Tiempo

34 3 0
                                    

El tráfico estaba muy pesado. Después de una hora y media dejamos de avanzar y el tráfico se paralizó totalmente. Ya era de noche. La gente apagó sus carros y comenzó a bajar a estirar un poco las piernas. Las noticias en la radio indicaban que habían habido al menos dos accidentes graves y varios menores, que la situación era inédita en la ciudad. Un policía de tránsito en moto pasó diciendo por un altavoz que tuviéramos paciencia, que al menos pasarían dos horas antes de que la situación comenzara a mejorar.

A la par de mi carro había un grupo de muchachos universitarios en una camioneta agrícola. Algunos de ellos eran músicos que iban a una fiesta. Sacaron sus guitarras y percusiones y se formó un pequeño grupo de gente. No sé de dónde salieron las cervezas que se repartieron entre los que estábamos por ahí. Una panel que iba a un evento puso a la venta la comida que llevaba, a sabiendas de que no llegaría a su destino en buen estado. En general la gente se estaba to

mando relajadamente el extraordinario embotellamiento.

Supe que Andrea había emigrado del interior a la capital para estudiar en la universidad y que sus metas eran viajar algún día a París, tener una familia, una casa muy grande y un empleo bien pagado. Era una mujer determinada, soñadora e ingenua, como suelen ser los veinteañeros. Su novio estudiaba en la universidad con ella los fines de semana. Vivían juntos y pensaban casarse. No quise decirle que lo más probable era que en diez años ya no tuviera tantos sueños. Quizás y ella sí lo lograría y al lograrlo fuera tal como lo había imaginado.

La pasajera desconocidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora