Esa noche me desperté sobresaltada. Un rayo le dió a la ventana y toda mi habitación temnbló. Vivo en una gran mansión con mi padre y la asistenta. Tenía miedo así que me levanté y encendí la luz. Una foto se tumbó en la cómoda delante de la ventana así que fuí a ponerla bien. Era una foto de mamá. Murió hace ya un año. Esta misma noche. Un sentimiento de nostalgia me invadió y rompí a llorar. Escuché un grito abajo; pero, no me sobresalté. Ya estaba acostumbrada. Yo sé el secreto de papá. Desde que era pequeña ya sabía lo que hacía. Escuchaba gritos de animales y... Personas. Mamá no entendía su trabajo. Ella murió en un accidente hace tiempo. Pero eso no hizo que papá dejará su trabajo. Pero papá también tiene otro secreto. Cuando mamá y yo no estábamos cerca, él y su asistenta... La odio. La odio por eso. Pero yo quiero a papá. Y mamá también le quería. Pero yo ya no puedo hacer nada.
Entonces, escuché otro grito. Era de papá. Eso me asustó. No quería que le pasara nada a papá. Entonces escuché otro de María. Algo pasaba. Empecé a hiperventilar y salí de la habitación. Tenía que ir a ver que pasaba. Corrí por el gran pasillo y giré la esquina a la izquierda y después bajé las escaleras. Llegué al pasillo donde estaba el laboratorio de papá. Había dos puertas, una en frente de la otra. A la izquierda estaba el laboratorio y a la derecha... No lo sabía. Agarré el pomo del laboratorio y lo giré. Estaba la puerta cerrada. Entré en pánico y corrí a zancadas el pasillo hasta llegar a las escaleras y las subí. Giré la esquina y llegué al pasillo de mi dormitorio y el de papá y mamá. Yo sabía que la llave del laboratorio estaba en la caja fuerte de su dormitorio. Pero al girar la esquina me paré, y me helé. Entre las puertas de mi dormitorio y el de papá había un niño. Me estaba dando la espalda. Su piel estaba pegada, como... Quemada. Su ropa estaba hecha jirones y tenia sangre por todas partes. Emití un chillido y el niño se giró. Entonces me petrofiqué al mirarle la cara. En donde debían estar sus ojos había dos huecos vacíos y negros que echaban sangre.
-Dame mis ojos -gritó-.
