¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Aún lo recordaba.
Incluso podía escuchar aún los constantes regaños que solía recibir de su padre.
Mientras que su madre seguía pidiéndole disculpas silenciosas.
El tener un omega, para la sociedad actual en la que vivían, parecía ser la mayor meta a alcanzar, el objetivo de cualquier alfa.
Tener un lazo era la cúspide de la vida, lograr esa unión con su destinado, y ser felices para siempre. Parecía casi un cuento de hadas barato, si le preguntaban.
Para él, un lazo no era algo tan importante. Si, era un alfa, y si, había crecido en una de familia llena de valores, la cual estaba también llena de alfas enlazados, pero simplemente no era su prioridad. Ni siquiera era una de ellas.
Era por eso que su padre solía reprenderlo, alegando que no permitiría que su hijo fuera un anti naturaleza.
No mentiría, había esperado tener un omega, y poner en práctica todas esas lecciones que su padre le había enseñado sobre como ser un buen alfa, y como tratar a un omega. Igual que a su hermano, Hashirama.
Pero eso no había pasado muy rápido, había crecido, al punto de graduarse de la escuela, y a esa edad todos los alfas, al menos los que él conocía, ya habían conocido a su destinado.
Tobirama llegó a pensar que eso de los destinado era una farsa, y que solo le pasaba a una de cada mil personas.
Pero entonces su hermano mayor había hecho parte de eso, cuando entró a la universidad y conoció a un testarudo omega, el cual resultó ser hijo de uno de los socios de su padre. Hashirama decía que Madara era su destinado.
Sabia como se debía sentir al conocer a esa persona, su padre lo habría repetido más de mil veces en el pasado. La práctica era muy diferente a la teoría.
Él se había liado con una cantidad considerable de personas en su vida, en su mayoría betas, y alguno que otro alfa, y quizás uno o dos omegas que no cumplieran con las características de su casta, como para saber que aún no había encontrado a esa persona destinada.
Llegó a pensar que tal vez era un omega, y al no relacionarse con estos sería más difícil de encontrar. Pero era inevitable, a él no le atraían en absoluto, no solo por su conocida dependencia, si no por lo dulces, y empalagantes que solían ser, u oler. Él definitivamente no terminaría arrodillándose por una criatura así.
No era que él tuviera algo en contra de los omegas, solía pensar que había muchos interesantes al romper con los estereotipos, pero por alguna razón ya estaban enlazados.
Tampoco solía relacionarse con estos, debido a que su padre le había enseñado muy bien a reservarse para aquel destinado que tanto se había tardado en llegar.