El rostro de Ángelo podía reflejarse en el vidrio de la ventana, superfluo apenas por el polarizado que se había encargado de permitirles mantener una seriedad y un silencio que, a fin de cuentas, habían pasmado a Paulo de una manera que no había sentido en años. Se preguntó si acaso la confesión que había escapado de su boca la había escuchado solamente él o si es que realmente no había dicho nada y todo el discurso que quebró su corazón solo había sido murmurado en su cabeza, en la soledad de su mente. Ángelo mantuvo el silencio, pero sus ojos Paulo no los podía leer. El espacio que compartían dentro de su auto se había hecho tan espeso y tan denso, con las feromonas de Ángelo extendidas por todos lados y apropiándose de sus sentidos, de su nariz, de su pecho hinchado, de su vientre que alguna vez sintió pesado, lleno de vida, doliendo por él.
¿Habría sido todo un espejismo? ¿Estaba en casa, acaso, sentado en la cama con Mila a su lado, con su mamá viendo la televisión, con Abba dormitando cerca de sus piernas? ¿Ángelo solamente se encontraba en su imaginación? ¿Su voz habitaba dentro de su cabeza nada más? Paulo dio una inspirada profunda, hasta que le ardieron los pulmones y pudo saborear el romero que identificaba con un solo nombre, con un solo par de ojos. Nunca había dejado de mirar los ojos de Ángelo, ni siquiera un día en realidad. Estaban en su mente, en su cuerpo, en sus recuerdos, estaban observándole ahí, haciéndole erizar la piel.
Paulo hubiera preferido que Ángelo le gritara, que golpeara el volante y que entonces sus feromonas de alfa, rabiosas y avasalladoras, dominantes, se expandieran por todo el auto y él tuviera que agachar los hombros e inclinar la cabeza, para intentar calmarlo de algún modo y susurrar despacio que estaba diciendo la verdad. Eso se hubiera sentido mejor, eso lo hubiera hecho saber que al menos había sido escuchado, pero Ángelo no le dijo nada, Ángelo cerró su boca y lo miró con decepción.
Paulo se sintió avergonzado de sí mismo y de toda su verdad.
— ¿Mila es mi hija? —había imaginado muchas veces cómo se oiría el nombre de su hija en los labios de Ángelo. Sus ilusiones habían sido demasiado optimistas, se lamentó. — ¿Me estai hueviando?
— ¿Vos creés que te mentiría con algo así? —la voz le salió, aunque antes hubiese creído que ya no sería capaz ni de murmurar una palabra para defenderse de la tormenta que se le avecinaba furiosa. Ángelo se veía tan serio, tan enojado, con tanto fuego en los ojos...
El silencio los golpeó de repente, a los dos. Ángelo se llevó la mano a la frente y ocultó ahí si cabeza por segundos que Paulo no se atrevió a contar porque estaba aterrado de darse cuenta de que Ángelo no volvería a hablarle otra vez.
Cuando abrió la boca, Paulo se sintió estremecer.
— ¿Qué edad tiene ella Paulo? —filosa, como un cuchillo la sintió Paulo su voz. Los vidrios cerrados, el auto que de repente se hacía tan pequeño, las humillaciones que aceptó con entereza, los comentarios tan hirientes que tuvo que leer por Mila, todos los sentimientos que tuvo que aplastar...— ¿Qué edad tiene ella?
Paulo agachó la cabeza, con sus ojos mirando desesperados desde el tablero, hasta la pantalla de la radio y la guantera, encorvada su espalda y agachados sus hombros con la sumisión que se le enseñó que tenía que demostrar ante un alfa rabioso desde tan pequeño.
— Cumplió dos años el primero de abril.
Su voz se oyó ahogada y no pudo levantar la mirada después de escuchar a Ángelo soltar una risa amarga.
— Dos años... dos años. —afuera no pasaban autos, afuera ni siquiera caminaban personas por la calle. Paulo se volvió a preguntar, vagamente, si acaso realmente solo había estado soñando cuando volvió a ver Ángelo en esa fiesta y si todo esto que estaba pasando no era más que la continuación de ese sueño— ¡Dos años te demorase en decirme esta hueá, Paulo, por la cresta!
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Tabula Rasa | Paulo Dybala & Ángelo Sagal [Sabala] | Omegaverse
RomanceA los omegas en el fútbol no se les perdona nada y Paulo había aprendido eso a la manera difícil. 3 años después, sin embargo, él seguía sin estar listo para el reencuentro con el alfa que le había cambiado la vida para siempre.