Marco aún no superaba las perdidas de sus alas. La armadura de batalla se sentía tan obsoleta, tan vacía sin estar cuidando su espalda, la zona más sensible.
—¿Cómo estás?—Justin preguntó por lo bajo, tenía tres días intentando bajarle la fiebre.
—Bien—afirmó intentando levantarse de la cama con un esfuerzo casi inhumano—estoy listo para regresar al campo de batalla.
Justin intentó detenerlo. Pero solo recibió una mirada dura, una sonrisa forzada que no encajaba en el siempre suave rostro de su sobrino. Pero él chico había aprendido.
No podía demostrar dolor, debilidad. Lo había hecho con su madre y terminó con las alas destrozadas, humillado sobre los calabozos, con algunos soldados observando tal cosa.—Tienes que descansar, Marco—llamó su tío un poco preocupado por ver como las heridas volvían a abrirse y la sangre salía—debes descansar y recuperarte.
—¡Estoy bien!—entonó en un falso tono seguro antes de que la magia desbordara por su cuerpo deteniendo el sangrado—¡Los buenos soldados regresan al campo de batalla para no dejar a su reina sola!—sonrió.
Marco tomo su armadura hecha del metal más resistente en Mewni. Miro a su tío fijamente antes de ponerse un par de protectores y vendas para que no sangrara. O sí lo hiciera no manchara su camisa, aunque nunca se notaria porque esta era de un tono rojo. Su pechera y las hombreras le dolieron ante lo sensible de su piel y la capa roja cubrió perfectamente el desastre de sangre que podría notarse.
—Marco...—Justin llamo en un intento por detenerlo.
—Estaré bien, tío.
Le resto importancia el castaño, tomando su espada y su funda. Miro el viejo arco que siempre le llevaban por sí perdía la espada durante la batalla. Tal vez la lucha cuerpo a cuerpo terminaría por lastimarlo más. Así que también lo cargo y se encargo de llevar su carcaj con flechas suficientes. Aunque podría usar su magia para que aparecieran más. Prefería no forzar más la magia que lo mantenía con vida.
—Debes detenerte—Justin llamó tomando a su sobrino por el hombro.
Eso solo le valió un silbido agudo, casi parecía escuchar a un gato erizado a punto de arremeter. Y tal vez la comparación no era tan absurda. Pero aún así mantuvo la mano, con riesgo de ser agredido por la magia de su sobrino que buscaba protegerlo a toda costa.
—Estoy bien—se alejo con firmeza, pero suavidad intentando no empeorar el estado de sus heridas—Sí no regreso, madre hará que Eclipsa vaya.
La voz rota del castaño detuvo a su tío de comenzar un discurso de como era importante la autoconservación. Pero no pudo terminar cuando se dio cuenta de lo que implicaba Eclipsa en un campo de batalla. Solo suspiro y miró a su sobrino como nunca lo había hecho antes.
—Siéntate—ordenó firmemente—y quítate la armadura.
Marco obedeció sin rechistar. Le dolió, era un ardor que recorría toda su columna vertebral y un dolor que le crispaba todos los nervios de una forma angustiosa. Justin tomó posición, sus manos apenas tocaron la herida, pero la magia se filtro. Marcó podía sentirla a pesar de la ropa y las vendas. Gruñó cuando su propia magia dio un tirón agresivo atrayendo la de su tío en un intento de volver a unir la piel. Pensó en que era lo más parecido a un procedimiento quirúrgico que tendría. Estaba agradecido por eso.
—Lo menos que puedo hacer es evitar que mueras—la voz agresivamente pasiva de Justin dejó en claro su punto de vista—lamento tanto que hayas tenido que pasar por esto.
—El deber del gobernante es proteger a su pueblo—aseguró tranquilamente intentando pensar en otras cosas que no fueran su piel reparandose—y sí un buen gobernante no puede evitar perder la corona, lo mínimo que puede hacer es derramar su sangre en el campo de batalla por el pueblo, por su familia y su honor.
—Eres un completo idiota—el susurro se perdió entre sonidos de piel cerrándose, sangre salpicando y pequeños gemidos agudos que no podían ser callados.
—La monarquía nunca fue para los que rompen el molde—chillo ante un chasquido tan grave—y los idiotas siempre fueron los primeros en protegerla.
Él castaño aún no estaba aceptando la pérdida de sus alas, no después de tantos años en ese maldito campo de batalla donde dejó salir a la luz su más grande secreto. No cuando su madre lo humilló en un viejo calabozo, con soldados y guardias escuchando los gritos, sollozos, la debilidad del heredero. No cuando sus manos evitaron tocar por muchos años su espalda. Aún podía sentir el calor vívido y agresivo de su magia intentando componer su ala. De evitar que esta fuera arrancada. Aún podía recordar las suaves palabras que su tío susurro a su oído cuando pasó los días en cama por la fiebre antes de regresar a luchar.
Podía recordar como le mintió a su hermana por tanto tiempo.Marco murmuró mirando a Tom enfrente suyo, con una sonrisa segura miró a su pareja. Removió los hombros un poco, aún podía recordar los inicios de la pérdida de sus alas.
—¿Te encuentras bien cariño?—preguntó el demonio tomando de la mano al rey.
—Perfectamente—aseguró suavemente—Solo pensando en que color sería mejor.
—Rojo—Tom aseguró con sus tres ojos sin apartarse del rostro de su prometido—resalta muy bien en ti.
—A ti también te queda genial—rió ofreciendo su mano para ser tomada—te queda bien junto al blanco.
—A ti el negro—tomo la mano que le era ofrecida con cuidado.
Marco jalo un poco a Tom para llevarlo a ver el jardín, los rosales deberían verse preciosos a esa hora del día. Había conseguido un par de horas libres y pasar el tiempo mirando las flores, el cielo y hablando de cómo sería su boda sonaba mejor que recordar el fantasma de las alas fantasmas de una mariposa que nunca pudo volar. Era mejor que hundirse en los recuerdos de lo insignificante que fue y sigue siendo.
Actualización cada que muero y revivo. Esta me salio tan triste, espero les guste.
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Él hijo de la perdición.
ФанфикMarco sabia que su destino nunca fue gobernar, pero aún así le dolió cuando su madre le miró a la cara diciéndole que no subiría al trono. Que su futura hermana lo haría. Entonces los nervios se le pusieron de punta y quiso dejar de estudiar magia...