༄ No innocence in a trapped love † *:･ﾟ↬『KookGi』

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Un nuevo día había comenzado para Jungkook. Después de aquel conflicto con Jimin anoche, sentía que su vida se iría a la basura. Aún así siendo alguien mayor y de carácter fuerte, podía resistir a todo eso que lo llevaba a su propio vacío, le daba igual si terminaba con Jimin, después de todo no quería tenerle en su siguientes años por lo vivido con él.

Esa fría mañana de otoño en su oficina, mientras las calles se cubrían con las hojas secas, su trabajo administrando, o mejor dicho, como asistente social, en algunos turnos visitaba las casas vecinas para revisar si cada uno de los detalles en ellos se encontraba en orden. Así como el buen trato a los familiares, y este con un permiso de su jefe, también da ayuda en pequeñas cosas como la limpieza. Este trabajo lo obtuvo a pocos años de egresar de su universidad, y tenía familiares que trabajaban en lo mismo por lo que en beneficio, se podía trabajar en el mismo centro.

Justamente ese día tocaba su turno para ser él quien atender a las familias en cada una de sus casas, se había vestido de una manera normal, con sus jeans de mezclilla, una camisa blanca y una chaqueta formal larga café oscuro. Y sin olvidar su identificación en ella en uno de los lados de su pecho dándole a entender sobre su labor.

Se dirigía en su propio auto llevando consigo un maletín donde guardaba papeleos y cuadernos con notas sobre cada familia que visitaba. Después de pasar por la primera casa en la mañana, yendo camino a la siguiente, pensaba en Jimin y en porque su relación había quedado en lo que es ahora.

¿Será por su mente o por mi mente?

Sacudió su cabeza y trató de no pensar en ello, pues ya se encontraba fuera de la segunda casa, una gran casa blanca, y debía estar presentable al atender.
Subió por las escaleras de la entrada que estaba rodeada de unas columnas de cemento también blancas, y cuando se encontraba frente a la puerta para tocar, una dulce melodía de piano se escuchaba hasta a las afueras en los oídos de Jungkook.

Quedó perdido unos instantes escuchando esa melodía, y no se había percatado que la puerta se abrió, la mujer que le atendió era una adulta alta, delgada, con el cabello tomado y un vestido azul marino casi al negro, esta le dió el paso. El chico como respeto dió una reverencia, para luego dar con su registro en su trabajo social, notas eran escritas en sus libretas en lapicera de tinta negra, y siendo la primera vez que atendía a la familia Min debía conocer todo aún mejor.

Mientras conversaba con la mujer, la música del instrumento rondaba en los interiores de la casa, Jungkook no prestaba atención a esto hasta que llegaron a cierta habitación, donde se hayaba el comedor y justamente de donde provenía la melodía de las teclas, ahí sentado, vio a un chico, este, que tenía una mirada perdida y vacía hacia el ventanal frente suyo, en una especie de trance mientras tocaba cada tecla, sin siquiera mirarlas lo lograba, como si supiera donde se encuentran cada una de ellas en conocimientos. Como si fueran los dedos de su propia mano.

—Yoongi— habló la mujer. —¿Podrías detener eso un poco, por favor?—

Aquel joven sentado con la mirada muy puesta en el nada, dio pausa al movimiento de sus dedos y dió la vuelta. Ahí su madre, sin decir nada, salió de la habitación a buscar alguna que otra cosa para entregar al otro joven y cuando lo hizo, ambos quedando a solas, Jungkook tuvo un pequeño momento nervioso, llevándose un dedo a sus dientes pero rápidamente de una forma amigable y sonriente se acercó paso a pasos a aquel joven chico y con las manos puestas en los bolsillos, con tan solo el habla y su sonrisa lo saludó.

—Hola!—

—Hola— Saludó tosco el joven.

—Tú. . . Tocas muy bien— Dijo mientras sonreía y acariciaba su propia barbilla.
—De una forma maravillosa, en realidad—