PRÓLOGO

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En aquel día Yahvé castigara con su espada dura, grande y fuerte al Leviatán serpiente veloz, y al Leviatán serpiente tortuosa; y mataran al dragón que está en el mar.

Isaías 27:1

Año 686

En lo alto de la montaña Peña Oroel, se encontraba un pequeño ejército conformado por sesenta hombres entre ellos se encontraba el Rey de una pequeña nación que estaba a punto de ser derrotada por sus enemigos. Habían tardado 5 días en llegar a la cima de esa maldita montaña.

El rey Izan había escuchado incontables historias, pero existía en particular una leyenda sobre lo que habitaba en las profundidades de esa montaña y era eso justamente lo que necesitaba su reino, pero ahora que estaban ahí ya no parecía tan buena idea.

El rey y sus hombres se adentraron en la cueva, el olor azufre era nauseabundo pero conforme más avanzaban, el aire era más escaso y el olor azufre se intensificaba, podía sentir el miedo de sus soldados o ¿era el suyo el que percibía?, no quería darle mucha importancia ni pensar en ello ya que si no daría marcha atrás y su reino caería en desgracia. Solo existía un problema, el rey no era el único que podía percibir el miedo, la bestia que habitaba en las profundidades había percibido ese delicioso aroma, una sonrisa macabra se extendió por el rostro de la bestia.

Entre más se adentraban más se podían escuchar claramente las respiraciones entrecortadas de cada hombre ahí, era una misión suicida, era lo que muchos de ellos querían decir pero su lealtad hacia el rey les impedía huir de ese lugar.

Conforme más se adentraban menos era la posibilidad de regresar con vida y los esqueletos esparcidos por el suelo no hacían más que acrecentar más ese temor.

De pronto sus antorchas fueron apagadas por un fétido viento, el rey podía escuchar su corazón resonar en sus oídos, era un hecho ahora, estaban perdidos.

A pesar de estar totalmente entumecidos por el pánico, lograron escuchar el sonido de huesos crujir a su alrededor, los soldados dejaron atrás su entumecimiento e inmediatamente sacaron sus espadas y se posicionaron frente a su rey, listos para dar la vida por él. De pronto un estruendoso rugido resonó y a pesar de que el rey retrocedió unos cuantos pasos, sus hombres no abandonaron su posición.

—Si has tenido la osadía de venir hasta aquí diles a tus insignificantes soldados que se marchen —un fuerte resoplido se escuchó de alguna parte de la cueva—, solo hablaré contigo si es que eres lo suficientemente valiente.

El rey quiso demostrar que no tenía miedo por lo que ordenó a sus hombres regresar por dónde habían venido y a pesar de querer mantenerse firme en su voz se pudo detectar su miedo, a pesar de no ver nada podía escuchar las respiraciones de sus hombres muy cerca de él, por lo que tuvo que ser muy enérgico está vez para que ellos se marcharán.

Está vez escucho los pasos de sus hombres alejarse de él, llegó el momento en dónde ya no hubo ningún sonido y el rey pensó que estaba solo, así que se postro ante fuera lo que habitaba en ese lugar —imploro su misericordia, solo soy un hombre desesperado por proteger a su pueblo.

La bestia resoplo nuevamente pero en esta ocasión parecía que se burlaba de la miseria del hombre frente a él, tal vez ese humano no pudiera verlo pero la bestia lo veía con toda claridad, el hombre temblaba como una hoja que mueve el viento.

La impotente voz de la bestia volvió a resonar entre las sombras —que osadía la tuya pequeño ser insignificante, mira que venir hasta aquí a pedirme que te ayude —entonces la estruendosa risa fue la confirmación de que se burlaba de él hace unos momentos.

Pegando la cabeza al suelo terregoso —seré tu fiel sirviente —el rey levanto su cabeza tratando de encontrar a la bestia— te imploro que nos ayudes, nuestros enemigos pronto llegarán a mi reino y terminarán con nosotros.

La risa de la bestia se volvió a escuchar — ¿nuestros?

El rey podía sentir la cercanía de la bestia pero continuaba sin poder verla, el pánico se apoderó de él cuando noto el aliento fétido muy cerca de su rostro.

—Abre los ojos —ni si quiere se había dado cuenta que por el miedo había cerrado los ojos.

Está vez a pesar de la oscuridad puedo ver con algo de dificultad, en ese mismo momento deseaba nunca haber abierto los ojos, cerca de su manos estaban unas inmensas garras, su vista fue subiendo lentamente y pudo notar que la piel de la bestia era similar a la de un cocodrilo pero a la vez escamosa, su vista siguió subiendo hasta que finalmente sus ojos se toparon con los de la bestia, eran como los ojos de un reptil en tono verdoso demasiado llamativo e incluso parecía que brillaban, había escuchado leyendas sobre esas criaturas e incluso habían escudos de algunos reinos que los portaban y nunca en su vida creyó que estaría un día frente a un inmenso dragón.

—Te ayudaré humano estúpido, pero lo haré porque has arriesgado tu propia vida por tu pueblo.

Esas palabras hicieron renacer nuevas fuerzas en el rey, por lo que con gran alegría se puso de pie con sus piernas temblorosas por el miedo que aún lo hacía presa —yo y mi reino estaremos grandemente agradecidos.

El dragón resoplo y pudo notar brotar vapor de lo que parecía ser su nariz —lo que pediré a cambio no te gustará así que aún no me agradezcas.

—Pide lo que quieras y será tuyo.

El dragón entre cerró sus enormes ojos —tu hija.

La alegría que apenas hace unos momentos invadía al rey desapareció inmediatamente al escuchar las palabras del dragón, se aclaró la garganta antes de hablar —yo aún no tengo hijos.

—En el vientre de tu reina yace una niña, si aceptas mi trato ella será mía a la edad de los dieciséis años.

El rey no podía pensar con claridad en esos momentos, como podía siquiera dejar a su hija en garras de ese monstruo.

El dragón interrumpió sus pensamientos —piénsalo bien —la bestia comenzó a girarse lentamente.

El rey al notar que su última oportunidad se perdería nuevamente en la oscuridad, tomo una decisión que marcaría la historia para siempre —será tuya, solo por favor ayuda a mi reino.

El dragón se giró nuevamente y con una de sus enormes garras tomo algo del suelo y de pronto de su hocico salió una pequeña llama que provocó que el rey retrocediera, pero ahora que había algo de iluminación pudo notar que cerca del dragón había oro esparcido por todo el suelo.
El rey observó como el oro se derretía en la garra del dragón y de pronto esté estrelló su garra en una de las paredes de la cueva, la obscuridad se cernió nuevamente sobre ellos y la vista del rey tardo nuevamente en acostumbrarse, al principio veía la garra del dragón hacer algo sobre su otra garra o tal vez estaba alucinando.

De pronto el dragón extendió una de sus garras hacia el rey, este al sentir la presión sobre su pecho temió pensando que había llegado su final pero fue algo rápido y un poco doloroso, el rey llevo su mano justo a la parte donde había estado la garra del dragón y sintió algo viscoso sobre sus dedos, supo inmediatamente que se trataba de su sangre.

El dragón le extendió una pequeña moneda pero en manos del rey era un enorme medallón.

—Con este medallón cerramos nuestro trato, cuando traigas a tu hija dentro de dieciséis años ella deberá portar ese medallón.

El dragón se giró nuevamente y se internó aún más en el fondo de esa cueva, con pasos torpes el rey logro salir de la cueva, fuera de esta sus hombres gritaron de alegría al verlo vivo.

El rey jamás habló del trato que tuvo que hacer con la bestia pues se sentía avergonzado de haber cedido tan fácil a la hija que aún ni siquiera nacía.

KUKULKÁNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora