1- La caída de Roca Casterly

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Había ocasiones en las que no podía diferenciar si estaba soñando o si era real.

El calor del sol en el cielo azul sin nubes calentaba su rostro, la cálida brisa que soplaba agitaba su falda, el olor de la hierba húmeda por la lluvia inundaba sus sentidos, la sensación de la tierra bajo sus pies descalzos. Todo parecía tan real que podría jurar que estaba allí presente. Sin embargo, cuando bajó la mirada se dio cuenta de que llevaba el mismo vestido simple de seda blanca que normalmente parecía llevar en esos sueños. 

Resignada, Alyrianne Lannister se dejó llevar por otro extraño sueño. 

No era la primera vez que los tenía y estaba segura de que no sería la ultima. 

Con la seguridad de que estaba soñando y por lo tanto que estaba a salvo, comenzó a marchar por el camino de tierra que parecía no tener fin. En ambos lados del sendero había hierba tan alta que fácilmente podrían cubrirla de pies a cabeza por lo que no sabría decir que había más allá.

Mientras avanzaba por el interminable camino con la única compañía del ocasional canto de los pájaros, Alyrianne se preguntó no por primera vez, porque ocurrían esos sueños. 

Si recordaba bien, la primera vez que tuvo un sueño tan vívido como este fue cuando era una niña y fue la noche en la que su tío paterno, Tywin Lannister, le había informado de la desaparición de su padre en el mar. Ella recordaba haber llorado en los brazos de su septa hasta quedarse dormida y despertar en medio de una habitación que no era la suya. Lo supo por los estandartes del dragón tricéfalo que colgaban de las paredes de piedra, que luego supo que habían pertenecido a la antigua casa gobernante de los Siete Reinos, los Targaryen. 

Lo que más recordaba de ese sueño fue a la mujer de cabello y ojos negros, encogida en el suelo de la habitación con la espalda pegada a la pared y aferrando con fuerza a un bebé envuelto en mantas mientras miraba horrorizada la puerta. Antes de que Alyrianne pudiera si quiera intentar hablarle, las puertas se abrieron de par en par e ingresó un hombre tan grande como un gigante, cubierto de una armadura manchada de sangre y hollín. Los gritos de terror de la mujer perforaron sus oídos por lo que se los cubrió con sus pequeñas manos mientras delante suyo pasaba sin verla el gigante, avanzando hacía la mujer acurrucada contra la pared. 

Aterrada, Alyrianne se había escondido detrás de un sillón mientas cerraba los ojos y se tapaba los oídos. A pesar de ello, lo siguiente que ocurrió quedaría grabado para siempre en su memoria: los gritos, los golpes, el olor de la sangre. Y aunque no sabía que estaba soñando, recordaba haber rezado a los dioses que su septa le había enseñado para que terminaran con todo eso. 

Tal vez la habían oído porque pronto todo había terminado y cuando Alyrianne abrió los ojos estaba devuelta en su habitación en la Fortaleza Roja, en sus aposentos y acostada en su cama con su septa durmiendo en la única silla de la habitación. 

Lo que sucedió después no podía recordarlo. Según su tía Genna había tenido una crisis de nervios que todos asociaron a la desaparición de su padre; pero Alyrianne era la única que sabía la verdad. El sueño que había tenido tan vívidamente había sido real, y unos años después cuando pudo leer sin ayuda, supo que había sido real. Ella había presenciado el asesinato de la princesa Elia Martell.

Durante los siguientes años, Alyrianne había tenido sueños parecidos, tan reales que podría jurar que estaba presente sino fuera porque no podía tocar nada. En esos sueños, había presenciado la muerte y el nacimiento de personas que no conocía, había estado en lugares que jamás había visto en persona y en ciudades tan lejanas como Pentos, Lys o Volantis. 

Nunca supo el significado de esos sueños y en nunca lo compartió con nadie. Era algo que no podía explicar y que la aterraba dado que no sabía porque ocurrían.

La Doncella de Roca CasterlyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora