Duraznos en Italia...

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...y rosas marchitas bajo la alfombra.

“Hola, amor mío.

Sé que te estás preguntando la razón de mi carta, siempre preguntas el por qué de todo. Hoy simplemente tengo ganas de recordar; cuando nos conocimos dijiste que era una bebé romántica, y quizá tenías razón.

No quiero irme. Realmente no quiero hacerlo. Pero cada día se vuelve más difícil escribirte y no poder decirte que te amo.

Y me duele, me duele cuando me hablas de tu esposo, de tus futuros hijos, de tu nueva vida; aquella vida que pude tener si no hubiese sido una cobarde.

Si no hubiese querido complacer a todos menos a mí, si te hubiese dicho que te amaba con la misma fuerza con la que lo sentía. Porque sí, Hanna, te amé.

¿Recuerdas aquella tarde del 23 de diciembre hace once años?

Cuando me preguntaste si te amaba y yo dije que sí, cuando me preguntaste si te quería para siempre y yo dije que sí, cuando me preguntaste si quería salir contigo y mi corazón latió desbocado en mi garganta, cuando todo mi interior se calentó y me sentí la persona más feliz del mundo; y te dije que no.

Cometí tantos errores, y sí. Lo acepto, fue culpa mía. Te volví loca, me volví loca. Porque no supe llamar "espada" a una espada.

Y me enamoré de ti, de la persona maravillosa que había conocido, me enamoré de tu risa, de las bolsas debajo de tus ojos, de tu sonrisa torcida y del pequeño lunar con forma de manzana debajo de tu cuello, me enamoré de los sonidos que hacías cuando hacíamos el amor, o de la forma en la que me sostenías cuando nos íbamos a dormir.

Y te amé de la forma más hermosa en la que se puede amar a alguien, adoré cada parte de ti inclusive cuando creías que estaba enfadada.

Sin embargo fallé, quiero creer que no supe hacerlo mejor; cometí tantos errores, te mentí, dije cosas que realmente no sentía. Pero créeme que cuando te dije que te amaba, no estaba mintiendo.

Ahora, viendo cómo te pones aquel vestido que te regalé en navidad, con esa maravillosa sonrisa que una vez me dedicaste, con tus ojitos brillando de emoción porque hoy, finalmente, renovarás los votos matrimoniales con tu esposo.

¿Recuerdas cuando dijiste que algún día nos casaríamos? ¿Qué adoptaríamos muchos niños y viviríamos en una granja en las afueras de Italia? Porque tú amas Italia.

Qué ciega fui. Y qué cobarde.

¿De qué sirvió la aprobación de las personas, de mi madre, de mi familia? Si ahora te miro y mis ojos pican. Sí, te perdí y fue mi culpa.

Fantasear no es delito, y quizá hoy soy una mala persona por querer que olvides a tu esposo, que le des el "no" y huyamos juntas de la mano. Tengamos muchos niños y seamos felices, en una granja en las afueras de Italia, cantando "La Vie en Rose" y tomando jugo de durazno, porque tú amas los duraznos.

¿Recuerdas la madrugada del 5 de octubre cuando me dijiste que sería tu princesa para siempre? Extraño aquella época donde los "te amo" parecían ser suficientes. Todavía recuerdo la forma en la que sentí que íbamos a poder con todo, que podríamos contra el mundo, que esperarías por mí toda la vida. Vaya trozo de ingenuidad y esperanza en el que me había convertido.

Sí, estoy arrepentida. Pero jamás voy a olvidar las noches escondidas que pasamos juntas. Jurandonos en susurros que jamás nos olvidaríamos.

Y a pesar de todo, soy feliz. Porque tú eres feliz, aunque no sea conmigo.

Decidí que voy a quedarme, porque de todos modos nunca tendré el valor suficiente para alejarme de ti, ni para entregarte esta carta.

Tuya sinceramente, Lisa.”

Delito textual.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora