ALEC
Me sentía un idiota. Nunca hubiera pensado que oírla gritar sería motivo suficiente para caer de rodillas en el suelo del bosque. No me había dado tiempo a procesar su grito de dolor cuando mis músculos cedieron, empujados contra el suelo por una mano invisible que estrujaba mi pecho. Segundos antes iba corriendo en mi forma de lobo, intentando contener la ansiedad y la primitiva urgencia que latía en mi corazón y me alentaba a estar junto a ella. A no perder el tiempo. Tenía que ver con mis propios ojos que ella estaba bien, sin heridas ni algo que amenace su integridad.
Fenrir, quién sería mi segundo al mando, iba justo detrás de mí. Estábamos aplicados a la misma tarea, desesperados por la misma mujer. Es curioso lo mucho que el corazón puede imponerse ante la razón. Aquella loba insignificante nos tenía a los dos corriendo tras sus pasos. Nunca se me había ocurrido que alguien en su forma humana pudiera ser tan veloz. Pero había aparecido ella, humillándonos sin siquiera darse cuenta. Aquella demostración de superioridad física me descolocó. Sin embargo, no pude detenerme a pensar en eso porque lo cierto fue que, cuando oí su grito, no hubo lugar para nada más.
¿Cómo una criatura tan insignificante podía tener tal efecto en mí? Se me doblaron las patas y mi pecho chocó contra la tierra. Un dolor que nunca había experimentado, ni siquiera cuando me había acostado con Sara, me llenó por completo, arrasando con la poca cordura que me quedaba. Cada instinto primitivo, cada chispa de poder, toda mi esencia entró en una agonía total. Reaccionando al dolor de la que, según la diosa de la luna, era mi alma gemela.
Cambié de forma sin poder controlarlo, quedando desnudo y tumbado sobre el suelo del bosque. Pero no me podía quedar quieto, una cuerda invisible estaba atada alrededor de mi pecho, impulsándome a seguirá adelante. Como una correa. No tuve poder de decisión, mi mente estaba tan nublada como cuando fumaba, pero sin el viaje feliz. Porque su grito seguía reproduciéndose en los rincones de mi cerebro, acaparando todo de mí. No había nada en el mundo que importase más que ella.
La parte racional en mí, si es que quedaba alguna, quería darse vuelta y marcharse. Desgraciadamente parecía un lobo recién convertido, completamente gobernado por aquellos instintos primitivos. Fuerzas inagotables que me repetían una y otra vez que mi lugar en el mundo estaba junto a aquella loba mediocre, que, de alguna manera, se las había arreglado para quitarme del medio en el corredor del instituto.
Giré mi hombro mientras corría en forma humana, sintiendo el fantasma del dolor que el golpe me había provocado. Había sido un buen golpe ¿Desde cuándo Adeline Bianco era capaz de moverme como si no pesara nada? O mejor ¿desde cuándo podía correr así? Si era una inútil para todos los deportes, no tenía musculatura y jamás había lanzado ningún golpe.
-Algo tiene que estar desangrándose- apuntó Fenrir a mis espaldas por el canal mental que compartíamos. Era cierto, todo el bosque apestaba a sangre. Aumentaba la intensidad a medida que nos acercábamos a casa de Adeline.
Contuve un gruñido, que brotó de mi pecho sin advertencia y apreté el paso. Quería llegar junto a ella lo más rápido posible. Si estaba herida ni siquiera los dioses podrían contener mi furia... Esas emociones no eran mías...
-¡No es el momento Lucien!- grité para mis adentros.
-¡El momento es cuando yo lo digo! MUEVE ESAS PATAS HUMANO INSERVIBLE.
Su desesperación se convirtió en la mía cuando llegamos a la casa de Adeline. Subí los escalones de la entrada, notando rasguños en la madera. Completamente desinhibido ante mi desnudez, entré. Lo único importante era comprobar si Adeline estaba bien. Había sangre por todas partes, como en una película de Carrie. El aroma a cereza y madera característico de Adeline impregnaba el lugar, teniendo sobre mí los mismos efectos que lograría el canto de una sirena. Quería estar junto a ella, simplemente viéndola para saber que estaba bien. Aunque era evidente que la sangre no le pertenecía.

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SERÁ TARDE (Editando)
Werewolf"Los lobos machos son idiotas. Sino pregúntenle al tipo que me rechazó. " En un mundo de criaturas sobrenaturales, Adeline Bianco sabía que no era especial. Pero, cuando su primera transformación devele la realidad de su linaje, las antiguas profecí...