Capítulo VII.

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VII

COMETE A LOS DEMONIOS Y TE CONVERTIRÁS EN UNO





Hace tres días.

Inferno, distrito Pandemónium.

La destartalada ave revolotea alrededor de un seco árbol, intenta picotearlo para ver si puede sacarle un poco de agua o algún bicharraco, pero es inútil: está tan seco que casi es cenizas ya. Elpis apunta con la resortera hacia el descuidado pájaro, espera unos segundos para que pudiese posarse y así estarse quieto. El ave se detiene sobre una enclenque rama a acicalarse las alas. Esa es su oportunidad. Elpis tensa aún más la banda elástica y la suelta. La piedra sale disparada en aquella dirección emitiendo un casi imperceptible silbido, surca la distancia entre el escondite de la chica y el disecado árbol en el que el animal está, y le da en el blanco. El pájaro cae inconsciente a la tierra seguido de una lluvia de plumas.

Elpis se levanta del terroso suelo y se sacude los pantalones. Recoge lo que será su cena esta noche, todavía está vivo, agonizando, pero vivo. La chica con pesar le agarra la cabeza con una mano y el cuerpo con la otra.

—Perdona —murmura.

Y le torce el cuello. El ave deja de moverse.

—Sigues siendo una blanda, Elpis.

La chica levanta la cabeza.

—¡Shade! —exclama.

Shade se baja de las rocas sobre las que está sentada y aterriza frente a la morena. La chica se lanza a sus brazos mientras se ríe.

—¿Qué haces por estos rincones del mundo?

—He venido a buscarte, pajarito —contesta—. Agarra lo poco que tienes. Nos vamos al Segundo Continente.

Elpis se separa de Shade y la mira atónita.

—¿Al Segundo Continente? —repite— ¿Estás loca? ¿Cómo planeas subirte al tren submarino? Por las Furias, ¿cómo podemos, si quiera, asomar la cabeza por la estación? —farfulla.

Shade le palmea la cabeza.

—¿Crees que me pegaría un viaje desde Edén hasta aquí si no supiera cómo hacerlo, pajarito?

Shadow mete la mano dentro del bolso que anda trayendo y saca de allí los boletos de allí. Se los tiende a Elpis.

—Por las Furias —exclama—. ¿A quién tuviste que matar para conseguirlos?

—No preguntes —responde Shade.

Elpis la observa.

—Espera, era una expresión. No me digas que...

—Dije que no preguntes.

La mirada que le da a Elpis lo dice todo. Sabe que no puede compartir detalles sobre lo que hace con ella, no porque no confíe, sino porque tiene miedo. Si algún día las llegasen a atrapar, no quiere que Elpis sea torturada para sacarle información. Además, a diferencia de ella, Elpis tiene las manos limpias. Jamás ha tenido que matar...al menos, no a un humano. Shade siempre se asegura de que sea ella quién tenga que hacer el trabajo sucio.

Elpis lleva a Shade a su asentamiento temporal. Es una cueva bien oculta entre las montañas rocosas, desiertas y secas que tiene Pandemónium a las afueras. El interior es polvoriento, pero es mejor que estar a la intemperie para cuando caiga la helada noche.

La menor de las dos chicas recoge la leña que había recolectado antes para encender una pequeña fogata que no tarda en iluminar todo el espacio. Se sienta en el suelo y con una pequeña navaja empieza a desplumar el pájaro.

Entre Sombras ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora