Me besó y me sentí llena.

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No sé cuánto tiempo llevábamos hablando en la terraza los dos solos. A veces, cuando no sabíamos qué decir me quedaba mirándole. Era realmente guapo.

De repente abrieron la puerta. Era Jordi. Supongo que venía a ver cómo iba la cosa. La verdad es que sólo habíamos hablado y como mucho intercambiamos un par de sonrisas. No imaginaba que fuera a pasar nada más. Al cabo del rato Jordi nos volvió a dejar solos, pero no sabía que Óscar sabía perfectamente cómo abrir la puerta y aún así no se había ido. Eso me hizo sonreír. Jordi siguió interrumpiendo un par de veces más, y a la tercera vez, cuando se iba cerrando la puerta Óscar se levantó y se acercó a mí y me aprisionó contra la barandilla. Nos separaban unos centímetros y a mí me parecían demasiados. Sin pensarlo, se acercó más. La respiración se me agitaba por momentos. Quería que se acercara todavía más. Sus manos pasaron de la barandilla a mi cintura, y me acercó más. Todo esto pasaba en milésimas de segundo pero yo lo veía a cámara lenta. Y sin darme cuenta me besó. Me besó como hacía tiempo que no hacían. Me besó y me sentí llena. Llena de sentimiento. Llena de felicidad. Llena de él. Le devolví el beso, y nos dejamos llevar un poco por la pasión del momento.

-Tengo que ir al baño, ¿tú sabes dónde está?- me dijo, aún con la respiración acelerada por aquel beso.

-Claro, te acompañaré.- le contesté.

Pasé por delante de él y entonces sentí sus manos en mi cintura. Ni siquiera a día de hoy sabe cómo me sentí en aquel momento. Íbamos andando por el pasillo de la casa cogidos así, y riéndonos. Entró en el baño y yo me quedé esperándole fuera.

La noche seguía y nosotros no nos soltábamos. Estábamos abrazándonos y besándonos. Parecíamos una pareja de película. Yo me sentía como se debe sentir un yonki la primera vez que prueba una droga de la que se vuelve adicto. Y así es, sin saberlo, se había convertido en una droga para mí. La adicción que sentía hacia él iba en aumento a cada minuto que pasaba.

Estábamos entre risas todos en el balcón. Sí, de repente la fiesta se había trasladado del salón al balcón. Entonces escuché que Óscar comentaba que volvería a casa en coche, y en seguida me adentré en la conversación.

-¡No vas a coger el coche después de beber! Tú te quedas a dormir.- le dije con una sonrisa inocente.

-¿Ah si?- dijo.

-Sí.- contesté rápidamente.

Y así fue. Quizás fue un poco brusco que el día que empezó todo ya durmieramos juntos  pero no quería separarme de él.

Cuando ya tuvimos sueño nos fuimos a la cama. Nos pusimos cómodos y nos abrazamos. Después de una larga ronda de besos y caricias, los dos nos quedamos dormidos haciéndonos caricias.

Mi destino estaba escrito.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora