Hacía unos pocos días ya que el chico con el que siempre había soñado había llegado a mi vida. Joder, estaba consiguiendo que me saliera la vena ñoña que había eliminado tiempo atrás, por algún que otro corazón roto y demás. Hace tiempo que aprendí que lo mejor que puedes hacer para que no te hagan daño es guardarte tus propios sentimientos, y él hacía que todo el rato quisiera sacarlos a la luz. Me daba miedo. Mucho miedo. No quería que otra vez viniera alguien y se fuera. Bueno, como iba diciendo. Hacía unos días de lo de la fiesta y no nos habíamos visto. Para nuestra desgracia vivíamos a unos km un poco puñeteros que no nos permitían vernos tanto como quisiéramos. Habíamos estado hablando. Era adorable. Me llegaba un mensaje y sólo quería que fuera de él. Hacía tiempo que no estaba tan pendiente del móvil.
Pues era un día entre semana y estábamos en clase. De repente, sin darme cuenta habíamos organizado una fiesta en casa de Carlos.
-Bueno, ya hemos hecho la lista. Amira, tú puedes decirle a Óscar que venga, ya sabes...-me dijo Carlos.
-No creo que quiera venir. No conoce a nadie y no tiene ningún motivo por el cual querer venir - dije un poco triste.
-No seas tonta y díselo, seguro que viene.
No quería ilusionarme. Era evidente que no vendría. A los pocos que conocía los conocía de la fiesta de mi cumpleaños y de hablar un par de minutos. Me acuerdo que me costó muchísimo saber cómo invitarle. Me daba tanto miedo que dijera que no. Al final pude ser capaz de enviarle el mensaje.
*Este sábado Carlos, el novio de Tatiana, hace una fiesta en su casa. Quizás querrías venir, no sé.*
El corazón me iba a mil. Tiré el móvil contra la cama y enseguida me arrepentí. Me temía lo peor. Sonó un mensaje. Era suyo. Mierda.
*Pues no es mala idea, me parece bien, ya te confirmaré.*
Iba a morirme. No había dicho que sí pero tampoco había dicho que no. Las mariposas de mi estómago también estaban felices. Tanto que parecía que querían salir volando fuera de mí.
Llegó el sábado por la tarde. Quedé con Óscar en que me llamaría antes de venir, para explicarle dónde quedaba la casa. Me dijo que no tenía saldo pero que se buscaría la vida. Qué atento era.
Llegó la noche y estábamos todos bebiendo. Estaba contenta pero a la vez triste porque iba pasando la noche y no llegaba nunca esa llamada de Óscar. Cuando miré el mil por 2638863 vez me llamaba un número desconocido.
-¿Sí?- dije.
-Hola, ¡soy Óscar!- el corazón me iba a mil. Ojalá viniera.
-Ah, hola. Dime.
-Voy en cinco minutos, ¿dónde tengo que ir?
-Ves al Mercadona, te esperaré allí.
-Vale, perfecto. Pues en cinco minutos te veo.
-Claro.
*colgué*
Dios. Me iba a morir. Empecé a saltar y gritar como una loca por toda la casa. Estaba realmente feliz. A los pocos minutos, que se me hicieron eternos, cogí camino. Llegué y de lejos vi el coche. Había venido con Jordi, el responsable de toda esta historia. Dios, a medida que me iba acercando al coche me iba poniendo más nerviosa. ¿Cómo se supone que tenía que saludarle? Dios, quizás un beso es demasiado. Quizás es lo correcto. Cuando me di cuenta ya estaba en la puerta. Saludé a Jordi con un abrazo de los nuestros. Me separé. Me acerqué a Óscar y le planté un beso. ¡Olé yo! Jamás había sido tan valiente. Me sentía genial. Arrancó el coche y nos encaminamos a la casa. Al llegar le presenté a todo el mundo super orgullosa. Él parecía tener vergüenza. Nos sentamos en una silla y me senté encima de él.
-Tenía ganas de verte...-le dije con vergüenza.
-¿A que sí?- me dijo con una sonrisa en la cara.
¿Qué clase de contestación es esa?-pensé- ¿Cómo que "¿a que sí?"?- le dije- ¿Tú no tenías ganas...?
-¡Claro que sí! Sino no estaría aquí, ¿o no?- me dijo.
Ya lo había arreglado. Tenía una facilidad increíble para calmar mis enfados. Eso no me gustaba tanto, pero aún así. Pasamos una noche increíble. No nos separábamos. Éramos realmente adorables. Cuando nos aburrimos decidimos ir a tomar algo con Jordi. Allí nos hizo nuestras primeras fotos. También nos obligó a colgar un cordón en un árbol y poner nuestros nombres. Por algo de una historia suya. Supongo que seguirá ahí ese cordón. No he ido a verlo. En realidad fue algo bonito. Al cabo de no sé cuánto tiempo volvimos. Debió de haber pasado mucho porque al llegar y mirar mi móvil tenía mil mensajes y mil llamadas. Además de eso todo el mundo estaba ya cansado y medio dormido. La fiesta se había acabado muy pronto. Nos pusimos a charlar en unas sillas de fuera. Óscar no se iba a quedar a dormir. Era de esperar. Ya hubiera sido mucho. Se ofreció a llevarme a casa y acepté. Cuando íbamos en el coche nunca me fijaba en la carretera. Me ponía a mirarle y no me importaba que el semáforo se pusiera en rojo, o que el conductor de detrás nos pitara. Tampoco me importaba la hora que era ni el tiempo que hacía. Sólo me quedaba mirándole y me olvidaba de todo lo demás. Había hecho que volviera a creer en el amor. Ese sentimiento que hace tiempo se rompió dentro de mí.
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