Para entonces empezó a darme un poco de miedo que me encantara tanto.

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Llevaba bastante bien lo de ver a Óscar una vez a la semana. Tenía en mente que vernos poco ayudaría en nuestra relación. O lo que fuera que tuviéramos. No habíamos hablado de eso. No me gusta hablar de esas cosas. Tampoco me gusta preguntar por si no me gusta la respuesta. Y supongo que tampoco quería echarle para atrás. No quería perderle por nada del mundo.

Habíamos planeado que el martes después de clase iríamos a comer a un restaurante con unos de clase. Como no, todos me decían que por qué no invitaba a Óscar. Seguro que no quería venir así que no pensé en decirle nada.

Le pregunté a Jordi. Necesitaba un consejo, ¿tenía que proponerle a Óscar que viniera o no? A mí me parecía un plan bonito que hacen las parejas, pero nosotros no éramos una pareja y quizás a él no le gustaba la idea. Jordi me convenció. Se lo propuse a Óscar y para mi sorpresa accedió encantado.

Era martes. Quedaban a penas unos minutos para que tocara el timbre que anunciaba el final de las clases y yo estaba muerta de ganas de salir para ver a Óscar esperándome fuera.

Por fin sonó el timbre y no tardé ni dos minutos en adelantar a todo el mundo y encaminarme a la salida. Al salir fuera no le veía por ninguna parte. Quería matarle. Le llamé y tuve que buscarle. Este chico no se enteraba de que lo que quería era que me esperara de pie en la puerta del instituto y no metido en el maldito coche. Me calmé en cuanto le vi. De verdad que me asustaba lo mucho que ya me gustaba en a penas dos semanas. Me tenía irremediablemente colgada.

Llegamos al retaurante. Era un restaurante pijo pero íbamos a comer bocadillos. Los hacían buenísimos y eran baratos. Óscar y yo compartimos dos bocadillos.  Óscar  no hablaba mucho pero intentaba integrarse. Yo no le quitaba ojo. Al acabar de comer, los de mi clase hablaban de ir a casa de Alba a pasar la tarde. Yo quería ir pero me parecía demasiado que Óscar también viniera sin conocerles a penas.

-¿Quieres que vayamos?- me dijo.

-¿Tú quieres?-le dije.

-Amira, si quieres ir vamos. Así que como quieras.

-Vale.- ya que había dicho ese odioso "como quieras" me daba ya igual que no quisiera ir. Íbamos a ir.

Llegamos a casa de Alba. Estuvimos contando anécdotas de fiestas y cosas divertidas. Fue una tarde llena de risas. Óscar se integraba bien y eso me gustaba. Me gustaba que se llevara bien con  mis amigos. Algún día tendría que ser al revés. Llegó la hora de irnos y Óscar me llevó a casa. Tenía que coger mis cosas porque tenía que pasar el fin de semana con mi padre.

Íbamos por un túnel camino a casa de mi padre. Yo mirándole, como no.

-Bueno, ¿mañana te apetece quedar?- me preguntó de repente.

-¿En serio me estás preguntando? ¿y cómo no me va a apetecer? Claro que quiero.

Me encantaba la cara que ponía cuando le sorprendían mis respuestas. Qué digo, me encantaba él en si. Para entonces me empezó a dar un poco de miedo que me encantara tanto. En mis anteriores historias de amor, cuando mejor estaba la cosa era cuando venía lo malo. Y con lo malo el desenlace. Prefería no pensar en ello. Confiaba en él y en que todo saldría bien.

Mi destino estaba escrito.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora