Capítulo 1 - Compromiso

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-Joder, Raoul... sigue -gime el moreno desgarrándose la voz en cada embestida que propina el contrario contra su propio cuerpo-. Ahí, dale dale, justo ahí.

-No aguanto, cielo -avisa jadeante el menor, balanceando su cadera al ritmo que le pide su pareja, a la par que sujeta con sus manos los costados del chico, facilitándose el trabajo.

-Solo un poco más -suplica casi sin aliento en un quejido de lo más gutural-. Yo ya casi estoy también.

El menor cierra los ojos con fuerza para seguir introduciéndose y saliendo del interior de su chico con la intensidad y la concentración necesarias para no dejarle a medias, pues él ya empieza a sentir el cosquilleo característico en su bajo vientre que le advierte de la llegada inminente del orgasmo.

-No, chiquitín, pero mírame -pide Agoney moviéndose también para poder enterrar aún más al contrario en sí mismo, viéndolo todo como una noche estrellada cuando la punta de la extensión de su chico roza ese punto mágico en su interior-. AGGH... Dios, Raoul, voy ya, necesito que me mires.

-Me vas a desgastar el nombre -ruge el contrario con la voz más ronca que nunca, haciendo que el miembro del contrario de otro respingo, demandando atención.

-Cállate y abre los ojos -demanda jadeante el mayor a la par que lleva una de sus manos a su propia entrepierna para empezar a bombear con fuerza-. Dios... va, Raoul.

A sabiendas de que no va a aguantar mucho más tiempo si la mirada oscura y lujuriosa del contrario se cruza con la suya, Raoul decide obedecer y ceder a los deseos del canario. Y, efectivamente, segundos después de posar la vista en esos ojos casi negros que desprenden fuego, el rubio llega al clímax con un aullido placentero que es acallado por la boca del contrario impactando contra la propia con una virulencia desmedida.

Solo cuando los ojos de Raoul empiezan a brillar tanto en la fase post-orgásmica que opacan al propio Sol que demanda atención colándose entre las rendijas de la persiana, Agoney es capaz de correrse también.

-Ha sido...

-Wow -concluye Agoney dejando escapar su último aliento.

-Sí.

Raoul y él llevan tres años juntos. Tres años en los que han compartido polvos de todo tipo: algunos más delicados, otros bárbaros, lentos, intensos, suaves, duros... Pero si tuviera que clasificar alguno como EL polvo de su relación, sería ese. Porque Raoul y Agoney no acaban de follar sin más, Raoul y Agoney acaban de hacerse el amor con todo lo que son y todo lo que tienen.

"Pero es que no todos los días te comprometes con el amor de tu vida" se justifica entre sonrisas bobas y sonrojos el moreno toqueteandose el anillo que adorna su mano derecha y que Raoul le ha colocado esta mañana, entre confesiones, besos y risas. Y es por eso que, cuando el rubio se ha arrodillado esta mañana frente a él con la alianza en la mano, Agoney no ha tenido más opción que asentir, ponerse la sortija y arrastrar al contrario hasta su cama, esa cama que comparten desde hace más de dos años, para terminar siendo un amasijo de piernas, sudor, gemidos y orgasmos.

Realmente, el canario ha perdido la cuenta de cuántos han podido encadenar uno detrás de otro, pero tiene claro que ese ha sido el último asalto de la mañana, que Raoul aún tiene que irse a trabajar por la tarde y no es plan de que el muchacho llegue por piezas a su puesto.

-¿En qué piensas, osito? -Ronronea el rubio abrazándose con fuerza a su pecho.

-En que si vuelves a llamarme así, te pido el divorcio sin habernos casado aún -responde el mayor haciendo reír al contrario a carcajadas, conocedor de lo mucho que su prometido odia ese tipo de motes-. Y en que te quiero muchísimo.

ALONE WITH YOU (Ragoney) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora