Capítulo 29 - Ceremonia

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La alarma del móvil suena hasta tres veces cuando consiguen pararla y ponerse en pie. A pesar de estar adormilados, los nervios por la boda hacen presencia en forma de nudo en sus pechos y estómagos. Hoy es uno de esos días que duran para siempre: en la mente, en el corazón y, si hay tanto amor y bien querer como en el caso de Raoul y Agoney, en el tiempo.

Hoy ofician su ceremonia de casamiento y la mañana no puede empezar de forma más caótica.

—¡Ra, me tengo que afeitar! —Informa desde el baño el canario.

—¿Cómo? ¡Sales sin barba en las fotos de la boda y te mato! —Contraataca el rubio empezando a vestirse después de haberse duchado.

El plan es el siguiente: los dos chicos amanecen juntos, llegan a la masía a la vez, va cada uno a la habitación que tiene asignada y ahí ya se preparan con sus familiares y amigos presentes y con los fotógrafos. Por lo que Raoul escoge un simple chándal gris y una camiseta básica blanca para ir hasta el lugar.

Una vez listo, el rubio se adentra en el baño para observar mejor el problema.

—¿Me quitas tú la purpurina de la barba entonces? —Pregunta con fastidio el moreno quien, después de frotar y frotar su mentón con varios productos en vano ha desistido de seguir intentándolo.

—Cariño, tengo purpurina hasta en el culo —informa entre risas el catalán a la par que se hace con una esponja para pasarla posteriormente por las mejillas de su marido—. Creo que ya te quité bastante ayer.

—No la suficiente, al parecer.

—Es que ¿a quién se le ocurre? Puto Ricky —maldice Raoul probando ahora con el desmaquillante.

—Bueno, tampoco es como si te quejaras mucho ayer... —deja caer Agoney—. Que la purpurina te ha llegado al culo por algo.

—Touché —sigue frotando el menor—. Amor, esto no se va.

—Ya, si llevo media hora intentándolo por mi cuenta.

—¿Qué hacemos? —Pregunta resoplando el rubio—. Y no digas afeitarte porque no es una opción.

—¿Llegar tarde a la boda te parece mejor solución? —Pregunta el mayor ganándose un codazo a modo de respuesta—. Cielo, cuando digo afeitarme puedo referirme a quitar un poco de pelo solo. Además ya me ha crecido un montón, un cortecito superficial no vendría mal.

Raoul valora sus posibilidades con detenimiento antes de dar un veredicto. Resignado decide que cortar por lo sano es la mejor elección.

—Como me case con un niño de quince años, no te lo perdono —sentencia antes de salir del baño, pues si su chico va a coger la maquinilla de afeitar, él no quiere estar ahí para verlo.

—¡Eres súper exagerado! —ríe a carcajadas el moreno.

Unos minutos cargados de pánico e incertidumbre después y Agoney sale del baño con una capa más fina de barba, a la que el catalán da el visto bueno, y ya vestido para poner rumbo de una vez por todas hacia la masía donde se celebra la boda.

Una vez llegan al lugar, aparcan el coche en una especie de parking improvisado que tiene el sitio y se dirigen hacía el edificio que, a la noche, hará el papel de hostal para todos los invitados. A juzgar por los vehículos que había estacionados junto al suyo, sus familiares y parte de sus amigos deben estar esperándoles ya.

—Mi habitación es la veinte —informa Raoul observando la tarjeta que le han dado en recepción.

—La mía la veintidós —comenta el canario moridendose el carrillo con nerviosismo.

ALONE WITH YOU (Ragoney) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora