El cuerpo le pesa el doble de lo normal o, al menos, así lo siente en el trayecto de la habitación al baño. Raoul abandona la cama en cuanto deja de descansar los ojos, porque utilizar el término "despertarse" implicaría haber dormido, y la cabezada que ha dado preso del cansancio y el agotamiento mental al final de la noche no puede llamarse dormir.
Aún desorientado, no sabe si por estar recién levantado o por no haber descansado absolutamente nada, se mira en el espejo. La imagen que le devuelve es tremendamente dura: los ojos hinchados de tanto llorar, las ojeras hasta el suelo de haberse pasado la noche en vela y el pelo tremendamente despeinado de dar tantas vueltas en la cama, intentando calmar sus paranoias mentales. Da auténtica pena y encima hoy tiene partido con las niñas.
Después de intentar arreglar el estropicio que es su cara como buenamente puede, decide salir a la cocina. Sabe que Agoney ha dormido tan poco como él y que es más que probable que se crucen si sale tan pronto del baño, pero no puede seguir evitándolo. Al fin y al cabo es algo que va a terminar ocurriendo tarde o temprano.
Lo que sí que no se espera encontrar cuando pone un pie en el comedor es una taza de café con leche y unas tostadas sin untar, rodeadas de botes de mermelada, mantequilla y miel, encima de su sitio en la mesa. En la silla de enfrente, un derrotado Agoney, con un aspecto tan demacrado como el suyo, se come lentamente una tostada de aguacate.
—¿Me has hecho el desayuno? —Pregunta el menor con la voz ronca a la par que se sienta en la silla.
Agoney se limita a asentir algo avergonzado, temiendo que se le rompa la voz si intenta hablar.
—Gracias —pone una mueca el rubio antes de abrir uno de los botes y empezar a untar sus tostadas.
—De nada —se atreve a verbalizar el canario viéndose obligado a sorberse la nariz inmediatamente después.
Ninguno de los dos vuelve a hablar en lo que queda de desayuno, pues tienen demasiadas dudas y miedos merodeando por sus pensamientos y no saben cómo explicarlo sin temer iniciar una nueva discusión que acabaría por romperlos al completo. Aunque Raoul no sabe si es peor derrumbarse ya o notar como se tambalean poco a poco los cimientos de su relación con cada silencio incómodo que no deja de recordarles que hoy no parecen ser ni la mitad de lo que eran ayer.
Pese a haber empezado más tarde a comer, es el catalán el que termina antes. Recoge la mesa y guarda todo con cuidado antes de desaparecer por la puerta del dormitorio para equiparse con el chándal que conforma el uniforme de su equipo. Revisa su mochila para comprobar que no se deja nada y se dispone a salir por la puerta aunque aún quede una hora y media para el partido. Y no sabe si es su conciencia o que, por el rabillo del ojo, le parece haber visto a Agoney llorar otra vez, pero decide ser valiente y volver atrás sus pasos hasta quedarse apoyado en el umbral de la puerta del comedor.
—Ago...ney —carraspea algo incómodo el rubio.
El moreno se seca rápidamente la cara antes de levantar la cabeza y hacerle una seña al contrario para indicarle que lo escucha.
—¿De verdad vamos a estar así? —Pregunta agotado el menor—. Me mata ver que estás mal y no poder hacer nada sin miedo a que me muerdas, como Bambi.
Agoney no puede evitarlo y una pequeña carcajada se escapa sin permiso de sus labios ante la mención de su pequeña. Raoul no puede hacer más que felicitarse por ello.
—Dicen que los perros y sus dueños se parecen —intenta bromear el canario mientras se mentaliza sobre qué decir.
—Roma mide cinco metros, no sé yo si esa afirmación es muy cierta —le sigue el rollo el rubio sacándole otra sonrisa sincera a su aún novio—. Oye, ayer me pasé. Sé lo jodido que es para ti el tema de tu familia y lo utilicé para hacerte daño. Eso estuvo muy mal y lo siento.
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ALONE WITH YOU (Ragoney)
FanfikceUna vida estable, de revista, sin más preocupaciones que decidirse entre rosas u orquídeas para decorar el centro de mesa en el banquete de su boda. Raoul considera que vive una vida feliz y plena, sobretodo ahora que está a punto de casarse, lo que...