Este juego era diferente, muy diferente al resto. El entrenador era mundialmente conocido, pero también muy criticado. Y uno de los motivos por los cuales jamás me animé a aceptar que guíe mi juego, era porque me daba vergüenza hasta mencionarlo. Ya no es así, después de conocerlo por mi cuenta y tener la posibilidad de hablar con él, me daría hasta vergüenza negar que actualmente es parte de mi vida.
- ¡Bienvenido! —me dijo con una gran sonrisa apenas acepté la propuesta de que sea mi nuevo entrenador.
Parecía ser muy amable (demasiado amable). Me hizo sentir como si nos conociéramos de toda la vida. Me abrazó y me dijo otras palabras de bienvenida al equipo. Me presentó al resto de los jugadores, y mientras lo hacía, no pude evitar distraerme con sus brazos. Tenía un agujero de cada lado y mi atención estaba totalmente en eso, aunque yo ya sabía algo de esto. Digo, es uno de los motivos por los cuales acepté entrar a este juego, dicen que el entrenador dio todo lo que tenía por cada uno de los jugadores. Igualmente, mucho no quise preguntar para no incomodar a nadie.
Mis compañeros de equipo comenzaron a saludarme uno por uno, todos casi tan amables y sonrientes como el entrenador. Parecían ser copias de él, pero todos con diferentes esencias. Es decir, eran diferentes personas y se notaba en cada uno de ellos capacidades destacables y únicas, pero todos eran movidos por una misma fuerza. Verlos a ellos tan emocionados, amables y felices me impulsaba a querer ser parte del equipo.
Entonces, entramos a la cancha para empezar el partido. Yo no entendía nada porque no era lo que esperaba. Pensé que tendría que pasar por muchos entrenamientos para empezar a jugar, un previo análisis de mis capacidades. ¡O que al menos alguien se fijara en mis errores para corregirlos! Así que fui con el entrenador y le dije:
- Entrenador, perdón pero no me veo listo para entrar a jugar. Soy muy diferente a ellos, al equipo. Tengo muchas cosas que debería corregir, seguro soy muy malo en comparación a otros, no voy a saber hacerlo, creo que necesito un entrenamiento de muchos meses antes de entrar a esto, no voy a ser capaz de...
- Entrá. –me interrumpió el director técnico en medio de mis miles de quejas y autocríticas que estaba haciéndome.
- ¿Qué? –le contesté medio indignado y confundido.
- Que entres a jugar. Yo estoy acá para ayudarte. Adentro vas a encontrar más ayuda. No vamos a dejarte solo. No estás solo en esto. Solo confía en mí porque yo ya confío en vos.
¡¿El entrenador que llevaba años de experiencia en este juego, estaba confiando en mí?! Apenas había ingresado y, ¿ya estaba confiando en mí? Ni siquiera había dado alguna prueba de que era una persona confiable, una demostración de algo, o dinero, nada... Solo hizo falta la decisión de aceptar que el entrenador confiaba en mí y me quería en el juego. Entonces, entré.
Diez jugadores en la cancha. Dos equipos. Mi entrenador mirando desde afuera. La hinchada gritando muy fuerte. Mucho miedo, pero a la vez mucha emoción de estar ahí dentro, me sentí valioso, me hicieron sentir valioso.
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El juego de la vida.
SpiritualJeremías es un adolescente de dieciocho años, quien describe en este relato, la forma en la que juega el "juego de la vida" desde que tomó una importante decisión que lo cambió todo.