VI: Sabores agrios, esencia dulce.

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—¿Qué ocurre, Naruto? ¿El entrenamiento va muy duro?

El viejo Teuchi le preguntó, logrando sacarlo del ensimismamiento en que se había sumergido desde hacía quién sabe cuántos minutos.

—¡Ah! No, no, ¿por qué lo dice? —se apresuró en contestar, levantando su cabeza de entre sus manos y empezando a comer de su plato.

—Vemos ramen en el plato en lugar de movimientos borrosos —Ayame le contestó —. ¿Estás bien?

Naruto miró hacia abajo, realmente él no servía para ocultar sus sentimientos, llevaba el corazón en la mano a donde fuera.

—Tengo una crisis moral y sentimental —. Ambos adultos lo miraron con extrañeza, como no terminando de creer que alguien de su edad esté teniendo ese tipo de crisis —. ¡Ah! Pero no se preocupen, voy a solucionarlo, de veras —agregó, tragando a la velocidad de la luz su plato de ramen para poder pararse —. Soy un gran ninja después de todo, esto no es nada.

Los mayores parecieron mirarlo con ternura. —Bueno, en todo caso, nunca está demás pedirle consejos a alguien en quien confíes —Teuchi le dijo antes de que se marche y Naruto se lo agradeció con una sonrisa y un asentimiento de cabeza.

Tenía razón. No sabía lidiar con esto solo, pero la única razón por la que no había corrido a pedirle consejos a Iruka sensei era porque aún sin hacerlo podía escuchar claramente desde ahora lo que con certeza iba a decirle.

"Naruto, para conocer la verdadera esencia de alguien debes hablar con esa persona, no leer su diario íntimo."

Naruto resopló. Una parte de él se empezaba a sentir inmensamente culpable de estar leyendo los pensamientos íntimos de Sasuke, pero por otro lado, la última nota que leyó lo conmovió tanto que por poco se ponía a preparar una cesta entera de bocadillos para llevárselos a Sasuke. No lo hizo porque no sabía hacer otra cosa que no sean emparedados o ramen instantáneo, pero la intención había estado ahí.

Las notas de Sasuke le daban a conocer a un Sasuke muy diferente al que conocía o creía conocer, pero al mismo tiempo su consciencia le apretaba el pecho al leerlas. Era como probar la mermelada sin abrir realmente el frasco, así simplemente no se debían hacer las cosas.

"Los diarios íntimos no son para ser leídos, Naruto, ¿qué sentirías si alguien tuviera acceso a todos tus secretos?"

La voz de la razón, que para Naruto era la de Iruka, le volvió a reprochar. Ah, ¿pero entonces qué hacía con Sasuke? El chico era imposible de leer, si no fuera por el diario seguiría pensando que Sasuke lo odiaba. Tal vez sí necesitaba seguir el consejo de Teuchi y pedirle consejos a su sensei.

Estaba a punto de disponerse en dirección a la casa de Iruka cuando chocó con el pecho de alguien en el camino.

—Un ninja siendo tan distraído, ¿qué es lo que te ocurre, Naruto? —el hombre de pelo plateado inquirió, entrecerrando los ojos.

—Oh, lo siento mucho, Kakashi sensei —Naruto se rascó la nuca, Kakashi también podía ayudarlo, ¿verdad? Era la segunda persona en quien más confiaba después de todo y (no se lo iba a decir nunca a Iruka) también era la persona más genial que conocía —. De hecho, quería hablar de algo con usted.

—¿Conmigo? Seguro, ¿qué pasa?

El pequeño le hizo una seña para buscar un lugar más calmado dónde hablar y una vez que se sentaron en una banca de la plaza, le contó a grandes rasgos su dilema, excluyendo la parte en que la persona de quien hablaba era nada más y nada menos que Sasuke.

—Así que al final de todo sí conquistaste a alguien con ese carácter revoltoso —Kakashi le revolvió el pelo, haciendo gruñir al muchacho.

—¡Oiga, no se burle! No se lo conté para eso.

El diario de animalitos de SasukeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora