𝒪𝓃𝒸ℯ

138 8 3
                                    

Desperté antes del amanecer después de menos de dos horas de sueño, con mi brazo alrededor de Valentina. Me quedé así por unos momentos, disfrutando de ella relajada en mi abrazo mientras dormía. Me retiré al final, y alcancé mi celular en la mesita de noche. Le escribí un mensaje a Matteo rápidamente, diciéndole que tendría que hablar solo con el gerente de uno de nuestros burdeles, luego le escribí a Romero. No tendría que cuidar a Valentina hoy.

—¿Negocios? —preguntó Valentina con voz adormilada.

Le eché un vistazo y sacudí la cabeza.

—Cancelé mis planes para el día de modo que podamos pasar un tiempo juntos y conocernos.

Valentina parpadeó, poniéndose más alerta a la vez.

—¿En serio?

—En serio —contesté. Resistiendo el impulso de besarla, balanceé mis piernas fuera de la cama—. Me prepararé y luego pensaré en algo que podamos hacer hoy.

—Está bien —dijo Valentina con una pequeña sonrisa.

    _____________𖧷𖧷____________

Treinta minutos más tarde, estaba mirando la nevera, intentando averiguar qué podíamos hacer para desayunar.

Marianna había abastecido muy bien la nevera, pero no vendría a cocinar hoy. Valentina bajó la escalera en pantalones cortos, mostrando esas piernas suyas.

—¿Sabes cocinar?

Valentina resopló a medida que se dirigía hacia mí.

—¿No me digas que nunca has hecho el desayuno por tu cuenta?

—Por lo general agarro algo en mi camino al trabajo, a excepción de los días en que Marianna está aquí y prepara algo para mí. —No podía dejar de evaluarla—. Amo tus piernas.

Valentina ignoró mi comentario y miró dentro de la nevera. Su brazo tocó el mío y tuve que mirarla fijamente, a la corona dorada de su cabeza y la forma en que su nariz se arrugó al pensar.

Valentina metió la mano en la nevera, sacando los huevos y los pimientos rojos. Parecía que sabía lo que estaba haciendo. Al menos uno de los dos sabía. Retrocedí un paso atrás y me apoyé en la encimera para verla cocinar, pero Valentina no lo hacía. Arqueó las cejas.

—¿No me ayudarás? Puedes picar los pimientos. Por lo que he oído, sabes cómo usar un cuchillo —dijo burlona.

Tomé un cuchillo y me acerqué a ella. Valentina me miró fijamente. Alcanzó mi pecho y otra vez una oleada protectora me inundó. Valentina me entregó el pimiento y señaló hacia una tabla de madera. Había visto a Marianna usarla antes para cortar. Mientras cortaba los pimientos, Valentina revolvió los huevos, luego los vertió en una sartén caliente.

—¿Qué hay de estos? —Le mostré los pimientos que había picado.

—Mierda —dijo Valentina con una mueca, mirando entre los huevos chisporroteando y los pimientos.

—¿Alguna vez has cocinado? —pregunté. Valentina tomó los pimientos y los arrojó en los huevos cocinándose. Dudaba que estuvieran listos antes de los huevos. Apoyándome contra la encimera una vez más, disfruté viendo a Valentina intentando despegar los huevos de la sartén. Su expresión se tornaba cada vez más frustrada.

—¿Por qué no preparas café para nosotros? —preguntó con una mirada aguda.

En serio era muy linda cuando estaba intentando parecer enojada.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Sep 17, 2020 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Michael Ronda Donde viven las historias. Descúbrelo ahora