Capítulo 7

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-Venga, Taehyung, levanta ese ánimo -le suplicó Jimin, acercándole el plato de cañas de hojaldre con crema, recubiertas de azúcar flor. Cogió una por coger y le dio un mordisco, desganado-. No puedes seguir así, nene. ¡Que acabas de salir de la residencia!
   -Ya, Jiminssi, pero es que creo que me he equivocado. Odio no saber qué pasa con los pacientes después de que los vemos. ¡Es como sacar hamburguesas en un local de comida rápida! Preguntar, explorar, pedir pruebas, mandar a casa o de ingreso. Preguntar, explorar, pedir pruebas, mandar a casa o de ingreso. Preguntar...
   -¡Ya, te he entendido! -interrumpió su amigo, que parecía desconcertado por la amargura de sus palabras-. Tae, hyung, tienes veintisiete años, aún estás a tiempo de hacer lo que realmente quieres.
   -¿A qué te refieres?
   -Hombre... pues te presentas al examen otra vez, y ya. Te tiras otros cuatro añitos de residencia como un rey y listo. ¡Anda que no hay otros como tú, con crisis vocacional!
   -Estás loco, Jimin -murmuró él, negando con la cabeza.
   La enfermera interrumpió su descanso con las historias de cinco pacientes que acababan de pasar el triage. Ambos apuraron el café y marcharon hacia la zona de boxes. A medida que iban pasando pacientes, uno detrás de otro, Tae iba pensando que la idea de su amigo, que tan descabellada le había parecido al principio, le iba apeteciendo cada vez más.

   Cuando acabaron la mañana, Jimin se apresuró a su turno en la ambulancia medicalizada, mientras que Taehyung contaba con unas horas antes de ir al ambulatorio a hacer el turno de noche. Imprimió antes  de marcharse la plantilla de Excel con las notas finales del curso de reanimación cardiopulmonar. Ahora tenía tiempo de pasar a dejarlas al parque y, a lo mejor, podría ver a Jungkook. No lo había llamado. Después de ese beso, esperaba que al menos le mandara un mensaje o algo, porque se suponía que iban a quedar para cenar. Pero bueno, aún era pronto, no habían pasado ni dos días.
   Colgaba el folio en el corcho de noticias, sonriendo ante la nueva versión de póster pornográfico, esta vez una rubia desnuda con un ridículo delantal a la cintura y una cofia, cuando Jungkook entró en la sala.
   -Hola, me ha dicho Namjoon que estabas aquí -lo saludó, con una sonrisa cálida.
   Tae sintió que todo su cuerpo se ponía alerta, pero al volverse abrió la boca, sorprendido.
   -Pero, Jungkook, ¿Qué te ha pasado? -Tenía un buen rasguño en la cara y una herida de mal aspecto en el pómulo. Él se encogió de hombros, echándose a reír.
   -Ayer fui a patear al mote y me di una buena... me caí.
   -Que te diste una buena hostia, querías decir. Ya lo veo. Tienes la herida abierta, hay que darte unos puntos -informó él, acercándose a examinar su cara con pericia clínica-. ¿Tenéis botiquín?
   -Tenemos una pequeña enfermería.
   <<Joder>>, pensó Jungkook. Y él que estaba esperando un beso y resulta que ahora le tenían que dar puntos.
   Lo condujo hasta la salita inmaculada y se sentó en la camilla, mirándolo mientras se ponía unos guantes y empezaba a preparar gasas y antiséptico con diligencia. Llevaba unas bermudas de una tela muy fresca color beige, un polo blanco impoluto, desabotonado, y el pelo negro desordenado como siempre.
   Tae se volvió hacia él, que apartó la mirada. No quería que lo pillaran in fraganti, todavía no estaba muy seguro de por donde tirar con el moreno.
   -Quietecito -murmuró él, limpiando la herida con pequeños toques de algodón empapado en desinfectante.
   Él siseó y apartó la cabeza en un gesto involuntario.
-¡No seas bebé! -lo reprendió Taehyung, riendo-. Esto no escuece nada y tengo que limpiarte bien. Te libras de los puntos, pero tienes que echarle desinfectante todos los días por encima de estas tiras -le indicó, poniendo unas tiritas minúsculas de aproximación con unas pinzas-. Hala, ya estás. No ha sido para tanto, ¿ves? -dijo, quitándose los guantes.
   Pero Jungkook lo agarró de la cintura y lo atrajo entre sus muslos.
   -Dame un beso por lo menos, ¿no? Que me he portado bien.
   Tae soltó una risita divertida, y apoyó las manos sobre su pecho, en un intento de guardar las distancias.
   -Qué morro tienes. Pero de esta sobrevives, no te preocupes, ¿eh?
   No supo cómo, pero en un segundo lo estrechaba entre sus brazos, sumergiéndolo en un beso húmedo y sensual. Descendió las manos por su espalda y rodeó la redondez de su trasero, instándolo a acercarse aún más, hasta que a él no le quedo más remedio que subir una rodilla a la camilla y luego la otra. La fina tela de su bermuda dejaba ver que algo crecía ahí debajo y él lo estrechó contra su cuerpo, haciéndole sentir, también, su erección bajo la bragueta. Estaban locos. Si no paraban, iban a acabar follando ahí mismo.
   -Jungkook, para. Espera. -Tae intentó frenar su ímpetu, empujándolo del pecho y retirándose hacia atrás.
   Él se resistía a soltarlo. Llevaba dos días sin dormir pensando en él. Necesitaba tenerlo bajo su cuerpo. Necesitaba estar dentro de él o se iba a volver loco.
   -Venga ya, Tae... -protestó, casi como un ruego. Él negó con la cabeza.
   -Aquí no. Tenemos pendiente una cena. Hagamos las cosas bien.
   Jungkook se echó a reír. Se levantó de improviso de la camilla, dejándolo caer, y Tae pegó un chillido y se aferró a su cuello.
   -¡Casi me caigo! -exclamó, enfadado.
   Él rió aún más fuerte y lo dejó con cuidado en el suelo.
   -¿Has comido? -preguntó, mirando como se acomodaba la ropa con expresión enfurruñada y las mejillas deliciosamente enrojecidas. Taehyung se detuvo, pensativo.
   -La verdad es que no. Y tengo un hambre...
   -Venga, te voy a llevar a un sitio donde hacen el mejor kimchi de todo Busan.
   Lo cogió de la mano y lo sacó fuera del parque, ignorando el silbidito de uno de sus compañeros y la expresión divertida de Namjoon. El sol caía a plomo; eran las tres y media de la tarde y no quedaba ni rastro de la tormenta el día anterior.

   -¿Es muy lejos? -protestó Taehyung, cuando ya llevaban diez minutos andando. Jungkook se volvió hacia él con expresión burlona.
   -A ver, morenito, ¡No es para tanto! Estamos llegando. Ya me dirás si vale la pena o no.
  Entraron al minúsculo bar y Tae miró con suspicacia las mesas cubiertas con el hule de plástico, las sillas de melamina desportillada y las cajas de cerveza vacías apiladas junto a la barra. Eso sí, el olorcito que salía desde la cocina le hizo la boca agua.
   -¡Jin, dos de kimbap y dos de kimchi! -exclamó Jungkook hacia donde salía el magnífico aroma.
   Una voz replicó desde el interior.
   -¡Ponte lo que quieras de beber, que ya voy!
   Taehyung se sentó en la barra, sorprendido con la naturalidad con que Jungkook pasó a ocupar el puesto de improvisado camarero y empezó a tirar un par de cañas.
   -¿Y este sitio? -preguntó con curiosidad.
   -Vengo aquí desde que cogí la plaza, hace ya... seis años. Es un antro asqueroso -dijo, elevando la voz, provocando un gruñido desde la cocina-, pero no vas a comer mejor en todo Busan.
   Jin les sirvió los platos en una mesa y ambos se sentaron, llevándose las cañas. Atacaron la comida casi sin hablar, matando el hambre canina de haber esperado hasta casi las cuatro de la tarde para comer. Taehyung comió sin decir ni mu, pero al llegar más o menos a la mitad, dejó de comer. Antes de que Jungkook se riera de él, inició una conversación. Aunque quisiera no le cabía ni un bocado más.
   -¿Adónde fuiste al monte, el domingo? -Lo vio tragar con deleite antes de contestar.
   -Fui a ver la zona de origen de un incendio. -La expresión de Tae se tornó interesada.
   -¿Y eso?, ¿piensas que haya sido provocado?
   A regañadientes al principio, y con más convicción al final, le fue relatando sus sospechas. Él lo escuchaba preocupado.
   -Joder, da gusto encontrar a alguien que no se ría de mí o me tome por loco, para variar. -Jungkook acabó su explicación dedicándole una amplia sonrisa.
   -¿Y encontraste algo?
   -Nada. Estaba pensando ir a otros dos sitios, pero... joder, después de la primera experiencia, se me han quitado las ganas.
   Taehyung estaba fascinado por toda la historia. Jungkook lo había convencido. Lo agarró del brazo y asintió con gesto resuelto.
   -¿Hace cuánto que eres bombero?
   - Siete años.
   -¿Nunca habías tenido esa sensación?
   -No, nunca.
   -Pues yo seguiría mi instinto. No pierdes nada investigando un poco más. Eso sí... ¡Mira bien dónde pones los pies!
   Ambos se echaron a reír y pidieron un café. Jin se acercó con la tetera de aluminio abollado con café de pota y por fin saludó a Tae. O algo parecido.
   -¡Vaya, Jungkook! Me alegra verte tan bien acompañado, no sueles traer a nadie por aquí -soltó, lanzándole una mirada apreciativa a Taehyung.
   -Ya ves, Jin. Tenía que traerlo a probar tu kimchi, a ver si conseguimos que engorde un poco.
   -¡Oye! -protestó él riendo.
   -Pues mal va, si se ha dejado casi la mitad. ¿Seguro que no quieres más?
   Él negó con la cabeza, dando las gracias, y el camarero se marchó de allí mascullando barbaridades. Se tomaron un par de cafés, charlando de todo y de nada hasta que Tae se dio cuenta de que tenía que ponerse en marcha. Tenía turno de noche y aún le quedaba pasar por casa. Jungkook tuvo que robarle el beso de despedida en los labios. No sabía por qué pero aún tenía reticencias con él.

   Jungkook se lanzó a buscar su cámara nada más llegar a casa. Estimulado por los ánimos del moreno, examinó con calma todas las fotos. Como siempre, había hecho cientos de ellas. No tenía ni idea de fotografía y cuando se ponía con la cámara, disparaba cuatro o cinco veces a lo que le llamaba la atención, esperando que luego alguna valiera la pena. Se concentró en examinar las imágenes del suelo calcinado, la topografía del terreno o algún resto de basura, eliminando fotos una detrás de otra. Ahí no había nada.
   Se obligó a revisar las que faltaban sin tirar la toalla por pura obstinación y, casi hacia el final, una extraña formación de piedras, como un hito de los que marcaban las rutas de senderismo, le llamó la atención. Estaba en la esquina de la imagen, así que hizo zoom y la examinó con curiosidad. Allí no había rutas, ni senderos, ni nada de nada. Por no haber, no había ni árboles. Y, sin embargo, la columna de piedras planas en medio de la hierba agostada que no había ardido era claramente obra de alguien. ¿A quién coño se le había ocurrido hacer algo así? Guardó las fotos que contenían la extraña escultura y las metió en una carpeta que llamó <<Incendios>>. Muy original. Pero no tenía nada más.

ARDIENDO (adaptación VkookV)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora