En cuanto lo vi salir disparado, arranqué hacia el pasillo, llevándome por el medio jarrones de marca, escuchando a mis espaldas como los trozos rodaban por el suelo hasta hacer una pequeña mina de porcelana. Las piernas me temblaban y la cabeza me daba vueltas. Estaba cansada a punto de perder el único punto de cordura que me quedaba, cuando una vocecilla me pedía a gritos que no parará, que saliera de esa mansión.
Me paré en una de las esquinas cuando ya había atravesado unos cuantos pasillos. Apoyé la espalda a la pared e intenté recomponer mi respiración. Una de mis manos estaban a la altura del corazón intentando que este no se me saliera del pecho.
¿Que es lo que ha pasado ahí? Las manos me desprendían un aura roja que iba desapareciendo poco a poco. Tenía todas las pulsaciones latiendome en la muñeca y los dedos me ardían. ¿Acaso yo también soy un monstruo? Nunca me había pasado nada de esto, pero con este hombre... Arrugué la nariz cuando la puerta de entrada del pasillo se abrió y dos garras empujaban la puerta con cuidado. Si esto era una pesadilla deseaba despertar ya. Volví a mirar discretamente por la esquina para encontrarme con dos ojos rojos como la sangre. Su mirada me hizo estremecer hasta tal punto, que todos mis sentidos se paralizaron. Veía como se acercaba poco a poco.
“Muévete. Muévete ya.”
—¿Eres una bruja? — me preguntó mientras daba pequeños pasos, como si yo fuera una presa a la que él tuviera que estudiar.
—No. — contesté firme sin despegar la mirada de la suya.
“No dejes que te toque. Te hará daño”
—¿Entonces que eres? — su voz era tranquila, hasta podría decir reconfortante. Sus garras habían vuelto a ser finas manos colocadas a cada lado de su cintura.
—Una chica... ¿indefensa? — me comí la ultima frase que iba a decir cuando su cabeza paró un poco mas arriba de la mía. La diferencia de alturas era notoria. No se acercó mucho mas ya que tenía mis manos colocadas delante mio como si fuera un mimo. Escuché como chasqueó la lengua y me inmovilizó las manos, pegándome en una de las paredes.
—¿Dices indefensa cuando me has rechazado tirándome por los aires? — acercó su boca a mi cuello y escuché como esnifaba mi pelo. —¿Cómo lo has hecho?
—No lo sé...
“¡No caigas en sus redes!”
—Tienes un olor muy... peculiar. — se separó un poco de mi, tenía la cara seria, dando a entender que quería una respuesta de por que olía de esta manera. ¿Quizás era esencia de campesina? La situación se fue tornando incomoda cuando ya pasaron unos cinco minutos y estábamos en la misma posición. Su cercanía me producía escalofríos pero a la vez una tremenda atracción que seguramente pudo notar con la forma de mirar que tenía ahora. Él sonrío de lado y me soltó. — No te hagas ilusiones. No estas a mi altura.
Me dio un rápido vistazo y se fue hondeando la pequeña capa que se había puesto encima de su torso desnudo. Rojo era poco comparado con el color de mi cara. La rabia me empezó a nublar la vista y se me lleno la boca de varios insultos faltantes para él y toda su familia, pero si no quería acabar de nuevo en el calabozo era mejor que me los callara.
Todo esto, había sido muy raro. A veces, casi esta a punto de matarme y luego parece que intente seducirme. Si no llega a ser por mi escapada hubiera sido una de las tantas mujeres que habrían muerto en sus manos. ¿Que clase de bipolaridad sufre este bicho? Y lo llamo bicho por que no sé que clase de ser es.
Volví a mi habitación echa un desastre. La ropa destrozada, mi pelo anudado, mis pies hinchados de tanto correr y el corazón a mil. Desde que salí de ese pasillo estaba con la guardia en alto esperando a que KyungSoo volviera a aparecer de la nada para intentar matarme de nuevo. Atrinchere la puerta con un par de sillas y me desvestí, corriendo a esconderme entre las sabanas y soñar con mi alegre familia tarareando canciones para que mi hermano consiguiera dormirse. Y con la letra de nana resonando en mi cabeza, caí un día mas en los brazos de Morfeo.