Sábado, doce y cuarto de la madrugada.El viaje en coche es tranquilo. Llueven sonrisas y miradas cálidas por doquier. Las manos siguen unidas y parecen haber encontrado un lugar donde ser. La noche está de su parte, enseñándoles la luna más redonda y grande que han visto en meses, fuera las nubes y brillantes las estrellas. Agradecen no vivir en una gran capital donde la contaminación les impediría ver el milagro celeste.
Y la noche parece seguir sonriéndoles cuando encuentran plaza de aparcamiento a una calle del local al que se dirigen.
- Parece que eres mi amuleto de la suerte.
- ¿Cómo el grillo de Mulán?
- Exacto. - Le sonríe Agoney, girándose en su asiento para encararle y colocando la mano que le queda también sobre el regazo contrario. - Igual de chiquitito eres...
- ¡Oye!
Un manotazo de juego es lo que se oye dentro del coche junto con la queja. Raoul pone un puchero que el moreno no puede evitar besar. Y lo hace, vaya si lo hace. Se dejan llevar porque veinte minutos en coche sin poder juntar sus labios les han parecido una decena de años. Manos que agarran caderas y dedos que se pierden entre los rizos contrarios. Labios, dientes, lengua, todos quieren participar. Jadeos y respiraciones agitadas al separarse. Ojalá no tener que respirar para vivir.
Cuando se separan Agoney descubre una costumbre que están adoptando. El moreno siempre prefiere abrir los ojos rápidamente después del beso, para observar las reacciones del rostro contrario. En cambio, Raoul los mantiene cerrados unos segundos, recreándose en el momento, sereno, relamiéndose el labio y haciendo que sea imposible para Agoney no volver a atrapar sus labios entre los suyos. Despeinado, sonrojado, con los labios gruesos y brillantes y las mejillas arrugadas por la sonrisa, es la visión que se encuentra justo al abrir los ojos de nuevo y la que espera que se impregne bien en sus pupilas para poder recrearla en sus mejores sueños.
>> Antes no te he dicho lo guapo que estás...
- Ni yo a ti, rubio, pero es que lo estás siempre.
- ¡Y tú Ago! Pero es que el blanco... - Suspira y se acerca a él justo después de repasarle el cuerpo con la mirada de nuevo de forma rápida. - Y las transparencias...
- ¿Te digo un secreto? - Susurra encima de sus labios. Recibiendo un asentimiento que nota en su nariz. - Lo he hecho a propósito...
- Pues muchas gracias, la verdad, un lujo para mi vista. - Sonríe sobre su boca. Notando la tentación de cerrar los ojos por la cercanía.
- Tú pareces un príncipe sacado de un cuento de hadas, también te lo tengo que agradecer.
- De tu cuento.
- De mi cuento.
- Pues de nada también.
- Sí, gracias, gracias, ahora calla y deja que te bese otra vez.
Y Raoul calla, otorga y obedece. Acoplan sus labios como la corta costumbre les ha enseñado, deseando convertirse en rutina, llenos de ojalás en sus mentes.
Cuando consiguen separarse medianamente satisfechos (porque tienen la sensación de que a partir de ahora nunca lo estarán del todo) se sonríen, se buscan en un último choque y salen del coche envueltos en sus chaquetas. Caminan los metros que les separan hasta la puerta. DNI entregado, entrada comprada y cola para dejar los abrigos en el guardarropa. Agoney aprovecha el poco espacio para abrazarle por detrás y colar un beso en el final de su mandíbula, al lado del oído, justo antes de separar su atención un momento para contestar un mensaje recién llegado a su móvil con una sola mano, no queriendo perder la calidez de su cuerpo con la otra.
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EQUUS
FanficDos almas se reencuentran entre cascos y crines, entre arena y alfalfa, entre risas y confesiones. ¡¡¡ Esto es ficción, sólo ficción y nada más que ficción !!! ¡Ojo! Contenido adulto. Si no te sientes a gusto con ello no sigas leyendo.