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- ¡Maldición! – grito destruyendo otro árbol, a este paso me voy a cargar todo el bosque.

Estoy tan furioso, ya pasó un mes desde la última vez que vi a mi pino, no sale de la cabaña y no puedo entrar a buscarlo, tampoco he podido hablar con él en sueños, y sé que eso es culpa de ese maldito de seis dedos porque otra vez rodeó toda la cabaña con cabellos de unicornio.

- Estúpidas criaturas, debí deshacerme de todas ellas - maldiciendo de nuevo destruyo otro árbol más.

Tengo que encontrar la forma de sacarlo de allí, al diablo con ir lento, lo voy a secuestrar y después me encargaré de que ya no pueda vivir sin mí.



- ¡Tío Stan! ¡volvió a coquetear con uno de los clientes! – grita Mabel cuando no hay turistas en la tienda.

Ya me cansé de intentar defenderme, no importa si todo de lo que me acusa es mentira, jamás me creen.

- Maldito maricón, no aprendes – dice Stan enojado.

Ya sé lo que viene ahora, más golpes con la excusa de que "un hombre se endurece de esa forma" alternados con algunos insultos denigrantes. Trato de cubrirme para protegerme lo mejor que puedo y no emitir sonido alguno, pues eso hace empeorar todo, a Mabel le da placer verme sufrir y a Stan solo le da más razones para golpearme ya que "un hombre debe aguantar todo sin quejarse", así que aguanto cuanto puedo hasta que termine y espero a que me lleve del brazo a mi habitación, como siempre, para luego encerrarme sin comer.

Una vez escucho el clic de la llave en mi puerta me tiro en la cama y me hago una bolita, algunas lágrimas salen de mis ojos. ¿En qué momento mi vida terminó así? ¿Qué hice para ganarme tanto desprecio? Ni siquiera tío Ford me ayuda, la pocas veces que sale de su laboratorio solo me ignora, sin importarle que en ese momento Mabel esté molestándome o Stan esté "corrigiendo" mi comportamiento, es como si ya no existiera para él.

Hace mucho que no hablo ni interactúo con nadie, salvo para cobrar y atender a los turistas que van a comprar a la tienda, y hasta eso lo hago muy poco por el miedo de que lo malinterpreten y me castiguen, hasta a Bill dejé de ver, desde hace un mes que no hablamos, supongo que yo tenía razón después de todo y sólo estaba usándome, igual que todos. ¿Por qué alguien habría de querer estar conmigo?

Aprovecho cuando ya es de noche y no escucho más ruidos provenir de la cabaña para salir de mi habitación, con la ayuda de un alambre que mantengo escondido quito la traba de la puerta, y sin hacer el menor ruido voy a la cocina a buscar un poco de comida, como deprisa y luego voy al baño para curar mis heridas e higienizarme bien. Trato de no mirarme en el espejo, no me gusta la imagen que me devuelve, de una persona deslucida y triste.

Extraño ir al bosque y buscar anomalías para luego anotarlas en mi diario. Suspiro al recordar mi diario, Stan me lo quito a los pocos días de que todo esto haya empezado porque, según él, tengo que olvidar esas tonterías y madurar. Y aunque sé que soy un tonto, también extraño aquellos sueños que solía tener, a pesar de que era engañado por ese demonio cada vez me hacían sentir menos solo, era agradable tener alguien con quien hablar sin miedo, ojalá me durmiera y no despierte de nuevo, creo que prefiero esa hermosa mentira a mi deprimente realidad, llena de traiciones y dolor.

Salgo del baño y camino sin hacer ruido a mi habitación, pero a mitad de camino me quedo viendo en otra dirección. Todos duermen y hace mucho que no me dejan ni siquiera asomarme por la puerta de entrada, no creo que haga mucho daño que salga a respirar un poco de aire fresco y de paso ver las estrellas, nadie va a enterarse si soy cuidadoso y vuelvo rápido a encerrarme a mi dormitorio antes que Stan se levante.

MioDonde viven las historias. Descúbrelo ahora