1. De sacos de frutas, discusiones y motivos ocultos

152 10 29
                                    

«¿Necesitas razones para luchar? ¿Luchas para ser más fuerte? ¿O quiéres ser más fuerte para poder pelear? Si alguien quiere hacerse más fuerte, o quiere tener más poder, indudablemente está buscando pelea. No busques una razón, sigue tu instinto. ¡Lucha o muere! Lucha a muerte».

Kenpachi Zaraki

••••••

Lo único en lo que pensaba en ese momento era en correr, correr lo más rápido que mis piernas me permitiesen, aquellos hombres llevaban ya más de diez minutos persiguiéndome, ¿qué pasa? ¿Es que estos tíos no se cansan nunca? Aunque tampoco es de extrañar, están acostumbrados a que los desgraciados niños del distrito Zaraki aparezcan para robarles del puesto y supongo que ya tendrán experiencia. Pero eso sí, yo ya no soy una niña y hace tiempo que me largué de aquel infierno al que ya pocas personas pueden llamar hogar.

Iba esquivando a la gente por las abarrotadas calles del rukongai oeste y aún les ganaba bastante terreno a aquellos vendedores que parecían estar dispuestos a perseguirme hasta el fin del mundo por un insignificante saco de frutas ¡Ni que fuese oro! Sólo había cogido unas pocas piezas y por dejarlo pasar tampoco se iban a arruinar.

En fin... me pareció que llevábamos corriendo una eternidad y ya me empezaba a cansar de tanta persecución, no podía escapar hasta mi casa por el mero hecho de que me estaban persiguiendo , así que lo único que podía hacer por el momento era alejarme más aún por si acaso, dando vueltas por todo el lugar. Lo sé, soy genial, experiencia más que nada. Aunque hace mucho tiempo que no tengo la necesidad de robar nada y la última vez era una niña. Supongo que por eso me pillaron esta vez, porque estoy un poco oxidada.

Bien, ya les estoy dejando atrás, eso es que se están cansando, ahora sólo tengo que darles esquinazo, giré a la derecha en la primera calleja que vi, así les podría perder de vista y... Mierda, mi suerte no había cambiado, un callejón sin salida, intenté volver pero ya era demasiado tarde, me habían acorralado.

—Ya te tenemos, ladrona —se rió uno de ellos triunfante.

—Devuélvenos la comida y tendremos piedad —me dijo otro.

¿De piedad me hablaban? A mí no me han enseñado nunca nada de eso, la piedad es para los débiles que no saben terminar lo que han empezado.

—Tan fuertes que sois y todavía no me habéis cazado —les respondí ante su seguridad, caminando hacia atrás hasta chocar contra la pared mientras ellos se acercaban a mí más y más. No me iba a mostrar débil delante de ellos en una situación así, era parte de mi orgullo, me habían acorralado, sí, pero aún no me habían cogido por completo.

—No son unas palabras muy acertadas para alguien que está acorralado —me recordó el tercero—. Venga niña, sé buena y devuélvenos lo que nos has robado —no estaban para perder más el tiempo y se notaba, ya les había hecho rabiar bastante.

Yo sonreí sin decir nada más y eso pareció enfurecerlos aún más, no me iba a entregar ni muerta, irónico, porque ya estaba muerta, pero la expresión se entiende. Bueno... si no queda más remedio, no quería llegar a recurrir a la fuerza pero no me dejaban más alternativa, se van a enterar de quién manda aquí.

Dejé el saco de frutas a un lado y extendí mi brazo derecho con seguridad, dejando a la vista mi más preciado tesoro, un brazalete grisáceo como el frío acero, y aquellos mercaderes me miraron entre extrañados y temerosos.

—¿Qué intentas hacer, niña? —preguntaron poniéndose en posición defensiva, no muy seguros de mis intenciones.

Yo no dije nada y seguí concentrada, abrí mi mano y del brazalete empezaron a salir unas anillas que se unieron formando una cadena que llegaba hasta mi mano extendida, del extremo de aquella cadena apareció una empuñadura, y de ahí el resto de una negra y fina katana que yo sujeté con firmeza, adoptando también posición defensiva.

Memorias de una ShinigamiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora