🌻 One-shot

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Ser de luz.

Shinobu suspiraba cansada, caminando alrededor de su Finca con cierta vagancia, tomando la jarra de té que estaba lo suficientemente caliente como para hacer durar la charla que deseaba tener con Kyoujuro y quejándose en su interior por cada paso que daba. Se sentía pesada, hasta mareada, con náuseas y una terrible cantidad de tristeza, estresada de lo que podrían resultar todos esos síntomas y el ligero agrandamiento de su vientre.

—Kocho, ¿está todo bien? ¿Necesitas ayuda?

Sus pasos eran cada vez más lentos hasta el punto de que se había frenado en cierto punto, incapaz de declarar lo que estaba mal con ella porque sus labios apenas podía abrirse para soltar un suspiro. No era la primera vez en los últimos dos meses que le sucedía esto, pero se sentía tan nerviosa que parecía que los síntomas se volvían peores.

Vio a Kyoujuro entrar con una expresión preocupada y sus piernas dejaron de sentir estabilidad, flaqueando hasta el punto en el que cayeron junto al jarrón que explotó en mil pedazos, haciéndole cortes y quemando sus manos. Y era irónico, pero ante el dolor podía dejar de sentir el agobio de su cabeza palpitando con intensidad, era su única salida al laberinto que ella misma creó.

—¡Kocho, quédate quieta! Tranquila, te voy a ayudar.

Bajó su cabeza, apenada de saber que alguien la veía de esa forma, aunque no tardó en sentir cómo era alzada, provocándole aún más náuseas por la distancia abismal desde el suelo que era solo una ilusión de su mente. Las palabras de aquel hombre sonaban lejanas y apenas era capaz de enfocar sus ojos en el rostro de este. El veneno solo empeoraba todo y la sofocaba hasta el punto de que los síntomas tan claros de embarazo solo se duplicaran.

—Baño... Al baño —musitaba.

No podía sentir la mirada preocupada de Kyoujuro en ella, aunque el calor de su pecho le era suficiente para calmar al menos un poco su mente.

En el transcurso de ver los pasos encaminados tan apresurados hacia su baño, los recuerdos de su infancia volvían o mejor dicho, cuando tenía 8 años.

Recuerda que gracias a su madre conocía acerca del embarazo y la menstruación, de no ser por ella sería como gran parte de las chicas de su edad que piensan que padecen de alguna enfermedad terminal. Era un gran tabú, ni siquiera los libros que uno se encuentra en su hogar mencionaban algo al respecto. Pero no era como si la simpleza de saber que probablemente estaba embarazada la calmase, lo sentía peor que tener una enfermedad que podría causarle la muerte, ya que de por sí si no moría en la boca de un demonio entonces sería a manos del veneno.

Iba a matar a aquel que podría llegar a ser su hijo, el veneno lo iba a ahogar hasta que finalmente solo tenga un recuerdo de un ser al que no deseó tener e inevitablemente asesinó. Al sentir cómo era apoyada en frente del retrete en frente suyo, las lágrimas cayeron de sus ojos ante la acidez de su garganta, la cual finalmente expulsó junto al vómito. Nunca se enfermaba ni mucho menos sentía náuseas, una de las pocas veces que la sintió con tanto asco como ahora fue la primera vez que bebió el veneno de las flores de glicina.

—Kocho, ¿quieres que vaya a buscar a las niñas de la Finca?

Era la quinta vez en la noche que oía su apellido en los labios tan suaves de Kyoujuro, esos que por la lujuria deseaba besar, a pesar de saber que se ofrecía todas las noches a tener relaciones con Giyuu. No tenía una pareja, era solo un amante que en nada iba a acabar, aquel a quien en realidad no amaba más que cuando gritaba su nombre por cada embestida.

—N-no.

Podía sentir su cabello suelto siendo sujetado por aquellas grandes manos, provocando que el asco hacia ella misma empeore tras pensar en que tenía a alguien que la estaba apoyando en ese estado de debilidad o más bien en todo momento mientras que ni siquiera era capaz de amar, amar a aquel que la cuidaba y se quedaba a su lado a pesar de saber que no sería correspondido.

RenShino My Light | Simp CultureDonde viven las historias. Descúbrelo ahora