2. Un nuevo amigo

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—Niños, por favor, necesito que pongan atención. El motivo por el que todos ustedes están aquí solo se debe a la confianza de sus familias y la bondad de todas las personas aquí reunidas quienes conocen la importancia de todos ustedes. Es por eso que es momento de llevarlos a un lugar mucho mejor donde no verán nunca más los agravios de la guerra.
»El viaje a su nuevo hogar será en breve, así que, en cuanto terminen sus alimentos, les solicitamos por favor que se dirijan a la zona de dormitorios para adquirir algunas cosas que hemos dejado en el baúl al pie de cada litera. Después de eso, algunos soldados los escoltarán en dos grupos y deberán seguir todas sus indicaciones.
»Fue un gusto conocer a cada uno de ustedes, pequeños. Se divertirán mucho en su nuevo hogar.

En cuanto aquel hombre se retiró del comedor, la sala se llenó de escándalo, niños que hablaban, gritaban y se levantaban con alegría ante la nueva noticia. El entusiasmo por dejar aquella ciudad era casi general, pues en una de las mesas, el plan de escape trazado con tanto cuidado se derrumbaba en la cabeza de Kuina. «No no no no esto no debería estar pasando, ¡se supone que el día en que debía suceder esto era mañana! Y para entonces ¡nosotros ya debíamos estar fuera!» . Volteó alrededor en busca de Kawasemi y en cuanto lo encontró, pudo ver en su mirada el mismo miedo que él sentía.

Pero no fue el único. Junto a Kuina, un chico de cabellos blancos y mirada clara pudo ver el miedo de éste, y supo que pese a la alegría del lugar, había algo que no andaba bien.

—¿Y bien? ¿Qué traen ustedes dos?

Kuina y Kawasemi se habían levantado del comedor antes que el resto y el chico albino los había seguido en cuanto desaparecieron por los pasillos en busca de respuestas. Respuestas que ellos le darían.

Ante su pregunta, el sobresalto de Kuina era evidente y el temor en los ojos de Kawasemi no lo era menos. Fue el chico de cabellos oscuros el primero en recuperarse de la impresión

—Escucha albinito, no sé quién seas tú, pero no tenemos nada que compartir contigo. —dijo cortante

—¡Kuina! —le reprendió Kawasemi —¡No puedes ir por la vida con esa actitud tan grosera con los demás! ¡Discúlpate con él!

Aquel arrebato tomó por sorpresa a los dos niños en cuestión, pero este hizo lo que le ordenaba su amigo, aunque a regañadientes. El otro se limitó a asentir.

—Kuina, si él sabe algo, merece saberlo. No decírselo sería egoísta, así que creo que hay que hacerlo.

Y le contaron lo que habían descubierto, desde la primera noche hasta sus planes de escape. Cuando terminaron, él se quedó callado por un momento.

—Vaya... eso cambia mucho todo. Pero creo que sé cómo salir. —al oír aquello, Kawasemi abrió mucho los ojos y a Kuina lo asaltó la curiosidad —Siganme, se los mostraré. Entonces se escabulló por debajo de su cama.

Los dos amigos se miraron y después hicieron lo mismo, descubriendo con sorpresa un ducto de ventilación, cuya tapa sostenía su nuevo compañero. «Entren» Ellos lo obedecieron y una vez que todos estuvieron dentro, éste comenzó a guiarlos con cosas como «Derecha, izquierda, izquierda de nuevo, no espera, derecha.»

Finalmente salieron.

—Esta es la sala de mantenimiento y limpieza. Por aquí podemos escabullirnos a la salida y ¡zas! Seremos libres.

—¿En verdad? ¿Estás completamente seguro?

Él asintió

—Bueno —dijo Kawasemi —ya que estas con nosotros y por fin podemos parar por un momento, creo que deberíamos ser amigos. Mi nombre es Kawasemi, y el es Kuina. Es un poco brusco, pero estoy seguro de que terminaremos por llevarnos bien todos, ¿Cual es tu nombre?

—Hato. —respondió con una sonrisa a medias.

—Un gusto, Hato.

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