Marion|Cap. 2

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6:00 a.m. despierto con algo mojando mi rostro. Abro los ojos y puedo ver a Pinky lamer mi rostro como cada día. Si, nombre a mi husky siberiano como el ratón de la caricatura "Pinky y Cerebro''. Es que, cuando me lo dieron era tan pequeño que se me ocurrió llamarlo como el pequeñito de mi caricatura favorita.

— Ya, ya, ya desperté —me siento en la cama con él sobre mi regazo. Nos miramos fijamente un rato hasta que el rompe el momento lamiendo mi mejilla—. ¿Lo haces porque si te sigo viendo así descubriré que puedes hablar?

Este me ignora, baja de la cama y rasga la puerta de la habitación en señal de que quiere salir. Me coloco mis pantuflas con estampados de perritos y con flojera abro la puerta de mi habitación para que Pinky salga corriendo al patio trasero.

— Se que puedes hablar —susurro más para mi misma.

— ¡Deja de insinuar estupideces y ven a desayunar! —esa es la dulce voz de mi tía Elizabeth. Aunque pueden pensar que es una persona amargada y grosera, en realidad es una gran persona.

Vivo con ella desde que tengo memoria; y desde ese entonces ella nunca se ha levantado de esa silla de ruedas. Con ella puedo hablar de todo, excepto dos cosas que aún no me cuenta: Como terminó así, y como murieron mis padres.

Cada vez que le pregunto algo al respecto de esos dos temas, ella simplemente cambia su humor a uno más amargado de lo normal y se pone algo nostálgica; así que para no hacerla sentir así, simplemente dejé de preguntar. Creo que aún no está lista para hablar de esos temas.

Me siento en la silla frente a ella y empiezo a comer:— Hoy iras a la que antes fue mi escuela —hace una pausa y yo detengo mi tenedor. La verdad no había preguntado donde estudiaría y ella tampoco me la había dicho, pero no puedo creer que sea en su antiguo colegio que de seguro también fue el de mis padres—, y también fue escuela de tus padres.

La tía Eli me dijo que regresaríamos a Londres para estar más cerca de su editorial, pero no pensé que también fuera para esto. Siempre pregunté donde estudiaron mamá y papá, donde vivieron y otro montón de cosas que jamás respondía.

— No te preocupes porque te molesten, allí son muy estrictos—hace una pausa—. Te sacarán de la cabeza esa idea de que el perro habla.

No puedo evitar reír un poco ante su último comentario, me gusta hacerla pensar que aún tengo siete años y que espero que el perro hable.

— Se que puede hacerlo —ella da un bufido y yo sonrío. Termino de comer y me levanto—. Iré a vestirme.

— Espera—volteo para verla y me señala una cajeta a un lado de la mesa. Camino hasta allá y la tomo entre mis manos y la abro para ver el uniforme de Clark's College nuevo, dos uniformes de baloncesto, y un balón de basket—. El uniforme escolar, tenía el de tu madre, pero está viejo pero ahí está la corbata que está en mejor estado. El pin era de tu padre, el de baloncesto era el que se usaba en nuestra época, si te queda alguno, puedes usarlo y ese balón fue con el que ganaron su último partido juntos. Tienes suerte, aún jueguen de manera mixta —su voz sonaba algo apagada—. Ya hablé con el director, y le pedí que te permitiera estar en el partido de hoy en la banca, solo si te queda alguno de los uniformes.

— Gracias, tía —fue lo único que pude articular correctamente, me levanté y fui hacia ella, sentándome en su regazo, le di un fuerte abrazo hundiendo mi rostro en su cuello.

No puedo creerlo, mi tía después de tantos años al fin se digna a contarme algo de ellos, al fin me da algo de ellos. Lo único que tenía de ellos era sus anillos de matrimonio que uso como colgante desde que tengo seis años; aparte de eso no tenia mas nada.

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