La cabaña en el bosque

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Imagínatelo, atrévete a soñarlo, solo por un instante. Ponte una de esas playlist de Spotify que se llame "Nature Sounds" o algo por el estilo, de esas que tienen una imagen digna de Tumblr como cabecera. Respira hondo, cierra los ojos por un instante para meterte de lleno en la música, en el ambiente, en la sensación... pero no estés mucho tiempo con los ojos cerrados, ábrelos.

Parpadeo un par de veces, acostumbrándome a la luz y a esa realidad que se me sigue haciendo ajena. Respiro hondo y se me escapa una sonrisa, bendito día sin responsabilidades.Salgo de mi cama, grande pero no tanto como para perderme, aparto el enorme, calentito y mullido nórdico y voy al baño. No he girado el manillar de la ducha cuando oigo un ruido de fondo, tenue, suave, pero claro. Sonrío.

Una vez estoy vestida con un suave pantalón de chándal, un jersey que nunca admitiré usar con chándales, y unos calcetines gorditos voy a la cocina, intentando captar con el oído ese sonido que ya percibí en el baño. Parece que sigue ahí. Me preparo mi taza especial con leche muy muy caliente y el cacao más delicioso del mundo.Con la taza en una mano y una manta con reverso de falso borreguillo en la otra abro la puerta hábilmente, resultado de haber practicado miles de veces. Mi sonrisa regresa y vuelvo a respirar hondo aunque con cierta timidez, sabiendo que he de aprovechar esas bocanadas en el momento adecuado.

Doy un par de pasos y me siento en las escaleras de madera para contemplar las vistas que tengo ante mí: el bosque se alza ante mí imponente, misterioso, abrumador pero acogedor al mismo tiempo. La niebla aún no ha desaparecido del todo, a pesar de la grandiosa lluvia que está cayendo sobre nosotros, lo cual hace que la estampa sea un verdadero embrujo.

Los pinos se yerguen alrededor de la cabaña desnudos pero imponentes, hermosos, firmes, mientras que los restos de su roce entre ellos cubren el suelo como un manto variopinto de verdes, naranjas y marrones. Apenas se ve la tierra húmeda que hay abajo, únicamente la del camino que lleva a casa.Los oídos también se maravillan con esta delicia: con la fuerza de la lluvia cayendo sobre lo que sea que pille a su paso y generando un sonido de calma bastante contradictorio con la fiereza de su caída, con el suave murmullo del viento al pasar entre cualquier elemento, meciendo calmadamente los pinos y recolocando poco a poco el manto del suelo. A lo lejos se puede oír algún pájaro, seguramente refugiándose en un nido que con un poco de suerte estará bien resguardado bajo las ramas, otros se llaman entre ellos guiándose hacia un lugar seguro.Ahora sí me permito respirar hondo y coger todo el olor que me pueda transmitir la naturaleza.

El bosque siempre había desprendido un olor característico, suave pero verdadero, pero la lluvia hace que sea algo completamente nuevo: lo natural de los pinos se une al frescor producido por la lluvia, y ésta hace que todas las plantas desprendan un tenue olor a vegetación húmeda que siempre me recuerda ligeramente a las tormentas de verano.

Mi sonrisa sigue ahí, sin haber conseguido su máximo esplendor pero sí en un sentimiento de complicidad y felicidad único. Y en ese momento sé que estoy en el mejor lugar en el que podría querer estar, sin preocupaciones, sin limitaciones, sin ruidos ensordecedores, sin ningún peso con el que acarrear.

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