*porque Micky lo pidió...
Cambió la almohada de lado. Había llorado desde que llegó del hospital. Todavía le era difícil comprender su situación. Le parecía una pesadilla.
La doctora le había dado un tríptico con información adicional. Pero, ¿qué más necesitaba saber si iba a morir de todas formas?
Él, desde muy corta edad, había sido optimista. Le gustaba ver lo mejor en todo y disfrutarlo. ¿Qué iba a ser de él sin esa chispa? Iba a quedar vacío. Un simple cascarón.
—¿Julián? ¿Puedo pasar?— su mamá tocó. Pensó en hacerse el dormido, no tenía ganas de hablar. No lo hizo.
—Adelante.
La señora Vidal se sentó en la cama, y antes de hablar, le acarició el cabello.
—En cuanto más pronto te operes, estarás bien. La doctora dijo que no era una operación de alto riesgo, aunque sí tenés que descansar un par de días en casa, y no podrás entrenar…
—Mamá, mamá— Julián la detuvo— No quiero hablar de eso ahora— Julián le acarició la mano y ella suspiró.
—Está bien. Hablaremos después— ella dijo, sin lugar a réplica— ¿Querés comer? No has comido desde el día de ayer.
—En un rato. Me siento cansado.
—Te dejaré descansar. Pero no creas que vas a irte a dormir sin comer, ¿oíste?
Ella le besó la frente. Le partió el alma ver la tristeza en su mamá, pero no podía hacer algo, más que convencerla de que estaba bien, pese a que por el momento, él no estaba convencido.
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Las voces las escuchaba lejos, pero no podía abrir sus ojos. Se sentía cansado, casi muerto. Adolorido. Volvió a sentir la opresión en el pecho, y como lo imaginó, el pétalo salió de su boca.
—Woah, es real— Alejandro dijo.
Las voces de volvieron rostros. Julián curvó los labios.
—Chicos, ¿qué hacen aquí?
Había estado ausente del instituto y de las prácticas. Félix lo visitó en el hospital, y le permitió faltar los días que hicieran falta.
—Estamos aquí para visitarte, obvio. Te extrañamos— Igor dijo. Le dio gusto ver allí a Hans y a él sin la compañía de Camilo.
—Nos dejaste muy preocupados.
Julián les ofreció una mueca. El dolor en el pecho era fantasma, pero era normal que le doliera.
—¿Ganamos?— Julián preguntó. No le gustaba estar en el centro de atención, y menos por una enfermedad.
—Suspendieron el partido. Pero, ganaremos en el próximo— Nakamura dijo, confiado.
—Félix no nos quiso decir mucho, pero, ¿es verdad que estás enfermo?— Ciro alzó la ceja y cruzó los brazos.
Julián asintió. Ver a sus amigos le levantó el ánimo. Estaba pensando en pasarse por el instituto esa tarde, sin embargo, el cansancio era abrumador y se quedó dormido.
—¿Vas a poder seguir jugando?— Ciro preguntó, con notoria seriedad. Los chicos se quedaron callados, esperando respuesta.
—¡Claro que sí! No se van a deshacer de mí tan fácil. Tenemos un trofeo que ganar. El culo de los halcones no se va a patear solo.