「𝐔𝐍𝐎」

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Fotografía multimedia: Jeancarlo León


La calles de la ciudad estaban cubiertas de personas, unos empujando a otros para abordar el transporte y llegar al trabajo y otros llendo con maletín y celular en mano con más calma. El tráfico estaba al tope, el sonido de las bocinas sonando unas tras otras sin descansar. Este era el ruido de todos los días, algo que se había hecho costumbre escuchar.

Menos el pelinegro que odiaba la cuidad que nunca duerme, detestaba sentirse ensimismado entre toda la multitud que siempre había en las calles y en el transporte; sin dejar aun lado que odiaba que nevara, odiaba con todas sus fuerzas el fuerte frío que era mucho más insoportable que años anteriores. Por desgracia su motocicleta una preciosa Naked estaba en el taller con una falla en los frenos y el motor; así que últimamente había tenido que usar el transporte público y el metro para dirigirse a cualquier parte de la ciudad soportando a toda la gente ya que siempre se llenaba, aún más el autobús y detestaba compartir lugar, no le gustaba estar serca de las personas.

Fue hasta la primera estación que vio y bajo las escaleras casi corriendo. El calor se a dueño de su cuerpo al estar dentro de la estación, pero aún podía sentir el frío en sus heladas manos que aunque traía guantes no parecía mantenerlas calientes. Camino hasta las orillas y miro el tiempo que tardaría en llegar, diez minutos. Soltó un bufido y fue hasta la máquina expendedora metiendo un dólar presionando el número del paquete de galletas. El paquete cayó haciendo que el pelinegro metiera la mano dentro para cogerlas. Regresó a su lugar recargandose en la pared abrió su paquete de galletas y comenzó a comer una a una.

El vagón había llegado, se levantó y camino quedando frente la puerta esperando a que abriera, raramente en el metro había mucho menos gente que en los transportes y eso era mucho más cómodo para él. Entró sentándose en el primer lugar que vió. Quito la mochila de sus hombros dejándola encima de sus piernas; dejó caer su cabeza topandose con la fría ventana, cerró los ojos sintiendo su cuerpo aún más ligero. Tardaría demaciado en llegar a la estación donde el bajaría así que se dejó llevar por el sueño.

...

La castaña corría por las calles con su café en mano, tenía que llegar pronto a una estación, ya no tenía tiempo de tomar un taxi con el terrible tráfico que había, no llegaría jamás a su destino. Miro la nieve que cubría los escalones principales con temor de caer y que el café cayera sobre ella, tomó el barandal con cuidado y bajo uno a uno rogando al cielo no resbalar.

Su bota tocó en piso sin nieve y soltó un suspiro aliviada, miro al frente viendo como el vagón comenzaba abrir sus puertas así que corrió hacía él tratando de no derramar su café. La voz es su cabeza le repetía varias veces que había sido una terrible idea comprarlo, maldecia su gusto por la cafeína pero su día siempre empezaba con un café cargado y este no era la excepción.

El golpe de una llaves impactar en el suelo hicieron que sus pasos se detuvieran y volteara a sus alrededores viendo las llaves de su casa tiradas a unos pasos de donde se encontraba.

— Carajo—Miro hacia la dirección del tren y de nuevo miro sus llaves ¿Las necesitaba o debería subir al vagón y dejarlas ahí? Pero entonces tendría que ir más tarde a sacarle copia a las llaves de su hermano y gastaría mucho más en reponerlas. Rendida fue hasta recojer sus llaves, volteo de nuevo hacia las puertas del vagón las cuales ya se estaban cerrando— ¡No, no, no!—Corrió pero ya era tarde, las puertas se habían cerrado en sus narices—¡Maldición!— Dio un fuerte golpe con el pie sonando sus tacones. Miro cuanto tardaría el siguiente vagón y suspiro aliviada porque tardaría cinco minutos pero esos cinco minutos la atrasarian aun más en llegar a su destino— Gracias por nada—Miro sus llaves con su nariz arrugada de lo molesta que estaba en ese momento.

Dio un sorbo a su café y guardo las llaves dentro de su saco asegurándose de que esta vez no se podrían caer. Colocó sus AirPods en ambos oídos y sacó su celular apretando cualquier canción de su playlist. La música no tardo en sonar Safe de Daya. Subió el volumen y de nuevo guardo su celular.

Acomodó mejor su abrigo negro que le llegaba hasta las rodillas y su bufanda roja; hoy hacía un terrible frío y por desgracia se había puesto el suéter incorrecto debajo del abrigo, se estaba congelando. Se cruzó de brazos y siguió esperando, dos minutos para que llegará, al fin. Su celular comenzó a vibrar, dejando ver el nombre de su novio en la pantalla principal.

¿Dónde estás? ¿Todo bien? Te estamos esperando para ordenar.

Por fin el tren había llegado, guardo su celular y en cuanto se abrieron sus puertas las personas comenzaron a salir, empujó a unas cuantas para poder entrar y que no la dejaran afuera como la última vez. Entró y se sentó sintiendo el calor invadir su cuerpo. Saco de nuevo su teléfono y respondió.

Llegó en un momento, no tardó más de diez minutos. :)

Presionó enviar y trató de tranquilizarse, justo que hoy tenía la cena con los padres de Ian tenía que descomponerse su auto y peor aún con el tráfico en las calles, respiro haciendo un mantra en su mente Llegare a tiempo a cenar con los padres de mi novio, llegare a tiempo a cenar con los padres de mi novio, una y otra vez.

...

Abrió los ojos pesadamente y sintiendo un peso sobre su hombro el cuál empezaba a molestarle, miro a su lado encontrándose con una mujer recargada en el quien parecía estar dormida a lo que Jean hizo una mueca de disgusto y rodo los ojos, se había olvidado que era un imán de personas. Se removió un poco y miro la estación en la que habían parado, aun faltaba mucho para que él llegará.

Su mirada fue al frente quedándose plasmado al ver a la preciosa castaña sentada con la vista pérdida en la ventana.

La chica era tan linda y llamaba la atención de cualquiera con su bonita bufanda roja al igual que su gorro que combinaban perfectamente con su cabello castaño. Su mirada bajo hasta su suéter tejido color café y su elegante abrigo negro que apenas podía cubrirle del frío, sus botas negras con un tacón no muy alto y una preciosa pulsera de estrellas y líneas diminutas a su alrededor adornando su muñeca. La castaña estaba de perfil mirando a través de la ventana, su nariz recta y un tanto respingada de un color carmesí por el frío, sus finos labios pintados de un color claro casi natural y sus largas pestañas rizadas.

Ella giro su rostro al frente mirando a la mujer que dormía en su hombro para después mirarlo a él y dedicarle una sonrisa burlona. El aire dejó de llegar a sus pulmones y sus pupilas se dilataron como si hubiese consumido una droga. Antes de poder reaccionar el vagón paro y ella se levantó saliendo casi corriendo. Jean la siguió con la mirada hasta que la perdió de vista entre la gente que pasaba.

Aquella mujer había despertado algo dentro de Jean que ninguna antes había logrado, algo fuerte que ni el sabia que era lo que sentía.


¿Volvería a verla?

𝐏𝐄𝐋𝐈𝐆𝐑𝐎𝐒𝐀 𝐎𝐁𝐒𝐄𝐂𝐈𝐎𝐍➳ Jeancarlo león y túDonde viven las historias. Descúbrelo ahora