Episodio 3

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Episodio 3: Primer día de clase.

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Muchas cosas suceden el primer día de clases, monstruo al que todos nos hemos enfrentado alguna vez. Hay gente que llega tarde y su apodo se transforma en función a ello, gente que se cae en las gradas sufriendo la mayor de las vergüenzas, prefiriendo fingir que se han muerto para no lidiar con el asunto. Gente que se ha equivocado de salón y ha quedado como el tonto que no sabe leer. Pero, aunque no había querido pensar en todas esas malas cosas, había terminado haciéndolo igualmente y ahora tenía un horrible dolor de estómago y cabeza por los nervios. Para colmo, ni siquiera me había podido poner la corbata porque en mi puta vida había hecho un nudo de ese tipo, y me ponía nerviosa que me fueran a regañar el primer día por mi inutilidad.

Igualmente, ya me encontraba frente a el gigantesco edificio de la academia. Se veía lujoso, y muy bien cuidado. La de dinero que tienen esta gente.

Y como el edificio era del tamaño de mi autoestima, era fácil perderse por ahí. Admito que logré llegar al salón al que había sido asignado porque soy una suertuda, y que de seguro cualquiera se habría perdido por ahí. La puerta del salón era gigantesca, porque la academia era inclusiva, y no discriminaba tamaños; con las letras 1-A gigantescas en rojo, por si acaso no lo alcanzas a ver.

Me acerqué y abrí la puerta, pudiendo a penas controlar el Parkinson que me había agarrado en la mano.

Al entrar, noté que todos estaban sentados y pocos eran los que hablaban. Tenía que ser Japón. De haber sido cualquier colegio promedio de Latinoamérica, habría un desmadre por todos lados, gente gritando como enfermos, jugando, y usando el salón como campo olímpico. Aunque, creo que prefería que fuera más calmadito, así no debías hacer un esfuerzo sobrehumano para cruzar el campo de batalla y llegar vivo a duras penas al pupitre. Di un paso dentro del salón, y todos, TODOS, voltearon a mi dirección en sincronía. Puta.

—Eh... Hola —saludé, inevitablemente nerviosa.

Nadie me saludó de vuelta puesto que dos alumnos habían empezado a tener una discusión. No supe si llorar o ponerme feliz. Los que estaban haciendo el alboroto eran dos niños, un men de pelo azul, lentes, y forma robótica de expresarse, y otro con pelo erizado, rubio y con plante de pandillero. Primera vez que veía algo meramente parecido a lo acostumbrado en mi cuidad natal.

Mientras ellos hacían allí su desmadre, logré ver cuál era mi asiento. Estaba justo frente al pandillero. Iba a encaminarme a mi asiento cuando noté que todos voltearon de nuevo de forma sincronizada detrás de mi. Me entró un miedo hijoe su puta madre porque esas cosas no son de Dios. O sea, en serio, parenle ya. Luego el robot empiezó a caminar en mi dirección, hacia el chico que estaba detrás mío. Era de estatura baja, pelo colocho y pecoso.

—¡Buenos días! —saludó hacia el niño brócoli —. Vengo de la Academia Privada Somei. Me llamo...

—¡Ya lo he oído! —respondió apresuradamente él —. Me llamo Midoriya, un gusto Iida-kun.

¿Midoriya? ¿Midori? ¿Dorimiya? ¿Rodilla? ¡¿Mirrodilla?! ¡¿Se llama Mirrodilla?! Sus padres seguro lo odian, ¿quién le pone un nombre tan feo a a su hijo? Bueno, aunque Rosa Melano o Elber Galarga no son precisamente mejores.

—¿Te diste cuenta del secreto que encerraba el examen práctico, verdad? —volvió a hablar el robot, Tanya.

¿Exámen práctico? ¿De qué exámen práctico hablan?

Tanya dijo unas palabras más, que no me dieron suficiente información del supuesto exámen práctico, y luego apareció una niña más. Estaba intrigada en qué dirían, porque a mí el héroe cacatúa no me dijo nada de un exámen práctico. ¿Me lo perdí acaso? ¿Me van a expulsar si no lo hago? Para empezar, ¿en qué momento se hicieron? O, tal vez, no era necesario que yo lo hiciera por la beca...

—¡Aprobaste, tal como dijo Present Mic! —exclamó, la que acababa de llegar, entusiasmada hacia Mirrodilla —. ¡Claro que aprobaste! ¡Romper! ¡Romper! ¡Romper!

Decidí sentarme de una buena vez, puesto que ya no hablaban de lo que yo quería. El niño rubio detrás de mí tenía cara de pocos amigos, clara señal para ni siquiera voltearlo a ver. Y eso hice, solo me senté.

Mi llegada al salón no fue como yo la esperaba. Tal vez porque esperaba que me recibieran en una fiesta de bienvenida, o que alguien se me acercara a presentarme, o algo. Pero, bueno, esto no era el kinder, era una academia que nos iba a entrenar tal cual soldados para explotar nuestras particularidades. Así que era muy tonto pensar de ese modo.

—Larguense a otro lado si van a jugar a las casitas —interrumpió súbitamente la voz ronca de un hombre, provocando que los tres alumnos en la puerta se callaran —. Esto es el curso de héroes... Bueno, se han tardado ocho segundos en callarse. El tiempo es oro. No tienen ni dos dedos de frente... Soy su tutor, Aizawa Shouta, encantado de conocerlos —terminó de presentarse.

¿Él era el maestro? Lo que me faltaba.

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Estudiante de Intercambio; bnhaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora