Capítulo uno: Sentimientos encontrados.
Cansado.
Así se sentía, y realmente no podían culparlo de éso, al menos no de sentirse así.
Porque el ser humano es tan frágil. Pero también incluso un monstruo como él podría cansarse.
Estaba harto, cansado; pero no podría hacer nada al respecto, nunca pudo hacer nada bueno, siempre se metió en problemas, y fueron ésos problemas los que alejaron al viejo de él.
Fue su culpa que Shiro haya muerto.
Y fue su culpa de que Yukio creciera para convertirse en lo que hoy era, un exorcista al que no le importaba en lo más mínimo si los demonios hacían algo malo, los mataría solo porque eran demonios.
Lo odiaba a él solo por que era un demonio y dolía, día a día recibir aquella mirada fría de su otra mitad dolía, lo rompía desde dentro hacia fuera.
La desconfianza rompía hasta la más fuerte de las voluntades, creyó que derrotando al rey impuro, controlando sus llamas podría obtener de nuevo todo lo que había perdido, la amistad, la confianza, su hermano.
Pero solo fue una farza; Shiemi lo había dicho, solo lo rescataron para destruir al rey impuro, él no les importaba, les importaba su poder y que podría salvarlos ¿Ahí no tenían problemas con sus llamas azules, no?
¡Qué egoístas!
¡Qué... decepcionante!
¿Realmente pudo haber amado a personas así?
La traición parecía ser la moneda de cambio en Assiah, los humanos no tenían miedo de apuñalarte por la espalda cuando tuvieron algo mejor entre manos, entendiendo éso, podía comprender un poco el rencor y odio de los demonios hacia ellos.
Rin siempre supo que los humanos son criaturas viles y crueles.
Él era lo que se llamaba un depredador, que vagaba por la tierra a sus anchas, intentando parecer la presa pero solo causando más temor por ello; las presas no tienen ésa capacidad de violencia, no tienen ésa fuerza desmedida, no tienen poder.
Había visto a todos los sectores de la vida admitir actos horrendos de crueldad e injusticia, pero al sentirse experimentar de primera mano lo que el mal se siente... el verdadero mal, que provenía de aquellos a quienes celaba como su nueva familia, simplemente le rompió el corazón.
Miedo a perder a Yukio, miedo a perder a sus amigos.
Rin nunca había sentido verdadero miedo, hasta la muerte de Shiro, y desde entonces solo lo sentía constante y constantemente. Era una sensación desgarradora que podía acabar con un depredador como él.
El amor puede fortalecerte, pero el amor destruye tan fácilmente también. Y Rin solo podría reírse de la ironía mientras se alejaba de los edificios de los dormitorios hacia el bosque que rodeaba la Academia. El amor es lo que te construye y te mantiene alto. El amor, cuando se actúa, puede cambiar y hacer que el potencial del objeto de tus afectos crezca y florezca, pero el amor también te destruye desde el interior y come en tu corazón como polillas en la ropa, lento y doloroso.
Miró su espada, aquella que tantos años había sido carcelero de sus poderes, una parte de él que le fue negada, y aunque creyó que había perdonado a Shiro y Yukio por éso, jamás lo había hecho, fue una herida tan profunda dentro de su pecho, una herida sangrante en su alma. No creía que los perdonase jamás, no era tan buena persona como creían que era, él también podría guardar rencor, ira, violencia... era hijo de Satán y nunca, jamás podría cambiar éso, y ya estaba tan cansado como para incluso renegar de su progenitor.
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Lacrimae Sanguinis
Fiksi PenggemarLágrimas de Sangre | Libro 1 | Muerte Estaba tan cansado. Pero tomó una decisión y en ése momento, las consecuencias no le importaron. Lo odiaba, lo odiaba tanto, odiaba su vida como era ahora, a Satán por quitarle a su padre y a él... debería ser...