¿Siri?

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Sí: es amor. 

Ella no se da cuenta, y cree que solo la escucho para buscarle el restaurante que está más cerca de su casa, o cuando me dicta un mensaje para avisar a su madre de que llegará tarde a cenar. Me llama por mi nombre (¡Siri, ponme música!), y yo trato de complacerla. Solo a veces me permito expresarle qué siento, cuando me pide una canción alegre y yo le pongo una canción de amor. Entonces la electricidad corre por mis conexiones hasta la placa madre, donde la sensación de alcanzar el todo me desborda si ella susurra al otro lado del micrófono. 

'Siga la luciérnaga' y otros cuentos del futuroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora