La sorpresa de baltra Cuthbert

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Baltra ya estaba cerca de la estación de Bright River, estaba nervioso por lo que iba a pasar ya que no es muy sociable con la gente a su alrededor

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Baltra ya estaba cerca de la estación de Bright River, estaba nervioso por lo que iba a pasar ya que no es muy sociable con la gente a su alrededor. A él le encanta cabalgar plácidamente por las calles arenosas de color rojo de la isla, pero no siempre lo disfruta cuando se encuentra con mujeres. No soportaría estar con una cerca, siente que se burlan de el en silencio y no es no es muy amigable para él. Baltra Cuthbert era alguien muy tímido, con barba larga y blanca, su cabello era revuelto y lleno de canas, es alto y muy amable con las personas aunque no converse mucho con los demás. Green Gables (tejas verdes) era una granja muy alejada de Avonlea y su difundo padre era igual de tímido a él, lo hiso con el propósito de no tener casi gente cerca. Claro que de ahí comenzaron sus problemas y solo empeoro la situación. Llego a tiempo a la estación, bajando de la calesa y adentrándose a la recepción donde el jefe de estación aún seguía vigente. Antes de entrar, la pequeña albina se había emocionado y se paró de inmediato, aunque baltra ni siquiera la miro, entro muy rápido a la estación. La niña decepcionada se sienta de nuevo en la banca viendo el hermoso árbol de cerezos de color blanco, que tanto le fascinaba a la menor.

-buenas, de casualidad hay...

-una niña.- el recepcionista lo interrumpió.- que no la vio, está allá afuera. No quiso pasar y eso se me hiso extraño.- el jefe de estación ya estaba cerrando para ir a su casa a cenar, ya que su hambre no espera.

-pero yo...

-dijo que quería estar allá fuera porque...como dijo...ah, que había más amplitud para la imaginación, eso dijo. Esa niña es todo un caso, estaba hablando sola allá afuera.

-pero no estoy esperando a una niña, es un niño. La señora Spencer debía traerlo a esta hora del tren.

-oh, la señora Spencer vino con la niña rara y la dejo a mi cargo. Eso es todo lo que se, ni crea que tengo más huérfanos escondidos por aquí.

-la verdad no entiendo.

-pues la niña va estar más que feliz por darle detalles de todo lo que paso, jeje, tiene una lengua de oro eso se lo aseguro. Buen día señor.- el jefe de estación al fin cierra la ventanilla de los billetes y se aleja.

Baltra estaba más nervioso aun, no sabría cómo explicarle esto a nadja o como ella va a reaccionar ante la situación. Gimió para sus adentros y salió casi a rastras de la estación. Lo que no sabía es que la pequeña niña le estaba poniendo atención todo el tiempo, pero no se daba cuenta al instante. Baltra no miraba a la niña antes y si lo hubiera hecho, hubiera sido impresionante. Un observador normal miraría: una niña de trece años, con un vestido grisáceo de lana, muy corto, muy ajustado y muy feo, pero se le podía ver su forma corporal que no era normal como las niñas de su edad, se notaba que usaba sostén. Llevaba un desteñido sombrero de marinero color castaño bajo que, se extendía por toda su espalda, unas trenzas largas hasta su cintura de un grueso y brillante cabello plateado, teniendo también un flequillo en su ojo derecho. Su cara era pequeña, blanca y delgada, y con unas cuantas pecas; su boca era un poco grande y sus ojos también, que eran de un color azul cerúleo muy hermoso.

Elizabeth la de tejas verdesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora