Capítulo 1

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Lo que más ciertamente recuerdo de aquel cuatro de Enero fue pensar que aquel chico, aquellos ojos azul oscuro, aquella mirada, no era yo sino lo que el tiempo había hecho conmigo. Porque al fin y al cabo la vida me había mareado y tirado al suelo, se había reído de mí y me había escupido las realidades que me vi obligado a afrontar. Pero era un nuevo año. Un nuevo comienzo. Las cosas podían cambiar. Lo que tenía claro es que nada avanzaría si me quedaba paralizado. Todo iría a mejor. Quizá era el momento.

Para aquel entonces cursaba mi último año en el instituto. Y cursar el mayor nivel en el instituto tiene sus responsabilidades tanto académicamente como aparentemente. Sinceramente la primera opción es la que mejor llevaba. Nunca había tenido problema alguno para los estudios, la verdad, pero en cuanto a la apariencia...

Quiero decir, no era considerado alguien feo ni mucho menos, pero para mí rozaba lo corriente. Alto, como todos los chicos para aquel entonces, moreno de pelo, de piel clara, ojos azul oscuro... Y pecas. Fin. Sin embargo, Sam decía que yo podría conquistar a cualquier mujer. No lo creía así pero lo consideraba un halago viniendo de él.

Sam es mi mejor amigo desde los 6 años. Actualmente es probablemente el chico más popular del instituto al igual que el más bueno en básquet y sin duda el que más miradas atrae por su apariencia. Sin embargo lo que sólo algunos tenemos el privilegio de conocer, es aquello que esconde la cicatriz que es su sonrisa.

Sam es brasileño. Se mudó a Hamburgo con su familia a los 6 años, pero pasó una terrible infancia: él vivía en Río de Janeiro, seno de la delincuencia. Él y su familia residían en una favela justo cuando descubrieron el cadáver de su hermano tirado en la calle. Un balazo en la frente. Éste tenía simplemente 15 años cuando fue asesinado por una banda de narcotraficantes a la que su hermano, Paulo, ofrecía su ayuda y servicio por conseguir un sustento con el cual mantener a su pobre familia. Sam me contó que Paulo llegó a un punto donde se vio demasiado aterrado para continuar ejerciendo ese tipo de delincuencia, porque no lo hacía a voluntad propia, y cuando trató de rechazar este tipo de trato los narcos se revelaron contra él y contra su familia: después de su muerte, Sam, sus padres y su hermana pequeña tuvieron que huir del país como pudieron. Encontraron refugio aquí en Alemania.

Cuando llegó al colegio estábamos los dos considerablemente marginados. Yo me apartaba de los demás porque había pasado mucho tiempo acostumbrado a estar solo. Él, bueno... era un chico nuevo, no hablaba nuestro idioma, e hizo el papel de incomprendido de la clase, junto a mí. Creo que esa fue precisamente la razón por la que encajamos tan rápidamente.

Sam sufrió muchísimos acosos durante nuestra adolescencia por racismo. No obstante, siempre permanecimos unidos y sobretodo él siempre tuvo claro de dónde venía y el propósito que tenía: independientemente de la opinión ajena, él conseguiría labrarse el mejor futuro académico posible, el mejor trabajo y así darle a sus padres y a su hermana pequeña tanto lujo como no habían tenido nunca. En su infancia sus padres faltaron mucho en casa. Eran tres hermanos, y con la muerte de Paulo se vio obligado a hacer el papel de padre hacia su hermana pequeña cuando él era tan pequeño. Para aquel entonces su hermana tenía tres años. Sam maduró prematuramente. No se lo deseo a nadie.

A día de hoy, tiene las mayores aspiraciones de futuro que he oído hablar y es el más popular y el más bien tratado, pero algo que no ha perdido y sé que no perderá jamás es su honestidad. Siempre ha sido fiel a todos. Y sé que no hay persona a la que quiera más que a su hermana Carol. Sam suele decirme que jamás en su vida permitirá que su hija presencie todo lo que ha tenido que presenciar Carol a tan temprana edad. No hay nadie por quien lucharía más que por ella.

**

A la vuelta a casa, mi abuelo me esperaba sentado en la mesa de la cocina, preparado para comer, al unísono de mi llegada. Nos mantuvimos en silencio toda la estancia allí. Todos estos años de relación han sido casi siempre así. Cuando yo era más pequeño solía intentar que yo me abriera a él y le pudiera contar cualquier cosa, pero automáticamente salía su faceta fría como el hielo. La vida le ha convertido en un hombre de pocas palabras. Pero sé que antes no era así. Tengo la teoría de que tanto daño le ha supuesto la creación de una especie de escudo ante cualquier cosa que sea capaz de hacerle daño: incluso las personas. Ni se relaciona ni habla en exceso conmigo. Tiene miedo. Eso es algo que tengo claro.

Sin embargo, a falta de comunicación, siempre basta una mirada. Somos bastante similares en este sentido. Soy un chico bastante callado. En ocasiones se nota cuando estoy triste. Entonces nos miramos. Cualquiera que sepa leer bien una mirada puede apoyar a alguien. Él me apoya. En silencio.

Entonces todo va bien.

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