Capítulo 3

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No dudé en volver a la buhardilla en cuanto tuve la mínima oportunidad. Y todo aquello que encontré fue cartas. 'Simplemente cartas', podría pensar cualquiera. Quizá fue mis ganas por descubrir algo que me devolviera a la vida, pero agradezco haber tenido el valor y la sed de leerlas. Todas aquellas que yacían en el baúl constaban de una pequeña mariposa negra que cerraba cada uno de los sobres en los que las cartas dormían. La curiosidad me envolvió.

La primera que mis manos besaron, así decía:

A mi bellísima Susanne:

Ahora que tu ausencia me congela, quería aprovechar para recordarte que a partir de este momento las noches parecerán un poco más muertas y que el cielo parecerá llorar tu ausencia y honorarla con una estrella más cada vez que cierres los ojos. Porque el amor es la enfermedad, Susanne, porque es un arma letal egoísta y caprichosa que juega con los corazones más tiernos y porque mis manos parecen haberseme echo pequeñas de no tener la suerte de acariciar tu rostro con ellas. Próximamente estaremos ambos de vuelta, lo tengo claro.

Todo saldrá bien, mi único y bello amor. Tú decides de qué manera plantear las cosas. Veamos el cáncer como un simple símbolo del zodiaco. Es ahora cuando hemos de ser más fuertes.

Pronto estaré contigo y tus brazos me acogerán todo lo que me ha acogido la soledad durante este tiempo. Tu sonrisa es mi único y más necesario impulso.

Mantenla siempre presente.

Siempre tuyo, Frank

- ¿No te he dicho suficientes veces que esas cosas no son de tu incumbencia? - la voz de mi abuelo me sorprendió de pronto.

  - Yo.. Lo siento abuelo, sólo quería... sólo vine aquí... sólo me pareció curioso este baúl, de verdad, no volveré a.

- No, no. Tienes razón – me interrumpió arrastrando las palabras al igual que los ojos en dirección al suelo – Bueno, al fin y al cabo ibas a acabar enterándote. ¿Sabes? La abuela... La abuela Susanne, ella decía que tiendo a ocultar los recuerdos que no quiero que renazcan, pero bueno... hace mucho tiempo de todo eso, ¿no?

El silencio invadió la sala durante un espacio de un minuto aproximadamente. Ninguno sabía que decir.

- Abuelo... ¿qué pasó con la abuela Susanne? - me atreví a decir finalmente, aunque con la voz quebrada de miedo y de dolor contagiado a ojos de mi abuelo. Él contestó dudoso. Sé que la herida seguía fresca.

- Mira, joven... a veces la vida te hace atravesar senderos inviables. No hay más explicación que esa. Se te pasa toda una vida y al final lo único que sabes a ciencia cierta es aquello que esconde tu silencio, sea un nombre, una experiencia, una imagen o una canción.

El silencio terminó por gobernarlo todo. No dudé que acabaría teniendo razón.

- Te contaré todo esto, ¿vale? Otro día. Estoy cansado y bueno...

- No te preocupes, claro. Buenas noches, abuelo. Que descanses.

Mi abuelo deslizó la cornisa de sus labios dejándola torcer. No era una sonrisa real. Había estado así muchos años, lo sé. Aún así, se le notaba el esfuerzo que hacía por recuperar la comunicación que ya no tiene con nadie más, con su nieto.

Sin embargo,

El cansancio derrotó mis dudas y caí en sueño profundo. Cuando desperté era demasiado pronto.

***

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Afterlight [PAUSADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora