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Capítulo 1:  

Cuando era niña odiaba aprender cosas nuevas, lloraba porque la frustración me comía por dentro, el estrés de querer lograr todo rápido sin necesidad de un proceso infernal. Perdí la cuenta de todas las cosas en donde me quisieron meter, pero a la larga terminaba dejando todo porque no ponía voluntad.

Mi madre siempre se frustró conmigo. Yo no podía aprender cosas nuevas y dejaba todo a la mitad, pero ella me dejaba  porque no sabía cómo criarme, como educarme, así que se frustraba como yo lo hacía con cada actividad nueva. Yo era lo que ella nunca quiso aprender, era su tarea difícil.

Nunca la culpé, aunque la necesitaba. Pero mi padre, mi padre nunca se había dado por vencido conmigo, era él único que creía en mí, era él único que lograba ver un futuro en mi. Él estaba orgulloso de mí aunque no haya logrado absolutamente nada.

Una tarde me llevó hasta el viejo sótano de la casa, que ninguno frecuentaba por el olor a humedad que causaba alergia en cuestión de minutos. Sin embargo allí habían cientos de cosas de las cuales nadie se quería deshacer, por más que estaban gastadas o el polvo las cubría por completo.

En aquel lugar descansaba un piano, era lo único limpio en aquel sitio. Me miró a los ojos y me explicó que se había tomado el tiempo de limpiarlo para mi, sus ojos nunca habían brillado tanto como ese día.

Antes de sentarnos, antes de que empezara la misma charla, con la que me repetía que debía encontrar algo para entretenerme y para amar, estaba segura de que odiaría aquello, de que me iría a estresar nuevamente. Pero se sentó junto a mí y no dijo ni una sola palabra, fue el primer momento en donde lo escuche hablar a través de melodías.

El sonido inundó el pequeño sótano, cada parte de mi se dejó llevar, era como conectarme a algo que había perdido. Veía el amor en sus ojos en cuando tocaba, lo veía perdido en cada tecla, era como si yo hubiera dejado de existir, como si cada sonido se hubiese apoderado de su alma por completo, pero puedo asegurarlo que yo también deje de existir en cuanto escuche la melodía de aquel piano.

Él no necesito pedírmelo dos veces, yo ya había quedado perdida en aquel instrumento, quería verme como él se veía cuando tocaba aquel piano, quería que mis ojos también brillaran con esa pasión, quería hacer música a través de mis dedos, y hacer viajar a personas hacia otra dimensión, una dimensión que solo la música lograba.

La práctica no fue fácil, tenía mis días, pero aun así era algo en lo cual tenía pasión y disposición, así que dediqué mi vida a aquello. Habían momentos en donde no decíamos nada y tocábamos aquel piano en silencio, creo que en cada melodía me demostraba su amor hacia a mi, y yo también lo hacía.

Luego de un tiempo de haberme dejado aquel regalo preciado, mi padre murió. El cáncer se llevó cada pieza de él, hasta el brillo de pasión que tenía por aquel piano, pero sus ojos no dejaron de brillar por mi, incluso cuando lo escuche decirme: "Te amo" por última vez, puedo jurar que toda su vida estaba dentro de aquel brillo de amor. Aquella palabra desee poder hacerla eterna, desee que nunca se evaporara de mi mente con los años, desee hacerla una melodía para tocarla y recordarme, que en su último suspiro me dijo lo que más anhelaba oír.

La música se detuvo durante un año entero, no era capaz de tocar aquel piano sin sentir que me faltaba la persona a la cual le dedicaba cada melodía, él ya no estaba para palmear mi espalda cuando lograba nuevos ritmos, él ya no estaba para sonreír a mi lado y deleitarse con mi música. Me faltaba, me hacía tanta falta, me sentía vacía, creí que nunca iría a poder reponerme nuevamente.

Pero me recupere, lo hice por él y sentí que le volví a dar vida con cada melodía, lo sentía en cada nota, sentía su presencia tan fuerte que podía jurar que se hacía uno junto a las vibraciones. La gente puede creer en un cielo después de la muerte, en un descanso eterno para el alma, pero yo creo que en cuanto mi padre tocó la eternidad, se convirtió en una melodía, se convirtió en una vibración que sacude cuerpo y alma, se hizo uno con el piano que siempre lo unió.

La melodía de la muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora