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Capítulo 3

No tendría que haberme quedado dormida, sin embargo aquí estaba. Mi cabeza palpitaba, y mis ojos intentaban adaptarse ante la luz cegadora que venía de la pequeña ventana. 

Me sentía sedienta, a pesar de haber acabado con muchas botellas durante la noche. Recuerdo brevemente cuando entró el de seguridad a querer echarme, pero lo mande a pasear, diciendo que Rafael cortaría su cabeza mientras yo tocaba el piano, si no se iba. 

Es curioso ver como la mayoría de soldados no se atreverían a tocarme un pelo, creen que soy tan psicópata como Rafael podría serlo. 

—¿Estamos muertas? —escuche la voz ronca de Abigail, de fondo. 

—Por mala suerte no… Si no todo este sitio estaría en llamas. 

—¿Crees que iríamos al infierno? —pregunto ofendida. 

—¿Tú crees que iríamos al cielo? —comencé a reírme —Eso sí es gracioso de oír.

—Pues yo no he hecho nada malo —la observe de reojo, aquella se cruzó de brazos mirándome ferozmente. 

—Si sigues mintiendo tendrás un pase vip. 

—¡No estoy mintiendo! —me lanzó una almohada desde donde estaba.

—El diablo se está riendo, y yo también. 

—Ya verás Brex… Me verás sonriendo desde arriba, mientras yo te veo arder. 

—¿Sabes que en el cielo ya no podrías embriagarte?. Será lindo ver tu abstinencia desde abajo. 

—No había pensado en eso —susurro mientras veía un punto fijo en la pared. 

La puerta sonó bruscamente, y me pare de un saque. Dios mío, sentía que ni mi propio equilibrio podía mantener. 

—¿Cuando será el día en que finalmente puedas alejarte de ella? —Rafael, entró con cierto dramatismo que provocaba querer reírse.

—Tío… Suenas como una novela barata. 

—Ella tiene razón. 

—No se supone que deberías estar aquí… Ustedes dos acabarán con mi poca paciencia y…

—¿Y te dejaremos calvo? Oh no espera, ya lo estas —Abi lo interrumpió, y fue inevitable no reirme.

—¿Nos cortarás la cabeza?. Suenas como la reina roja, al menos ella sí hacia lo que prometía.

—Vamonos —fue lo único que dijo, y volteo de manera exagerada. No se fue, sin antes mirarnos de forma amenazadora a ambas. 

—Vamos dilo Rafael. Melody cortaré tu cabeza si me sigues desobedeciendo. Melody tu cabeza tiene limite de tiempo —empecé a imitar su estúpido acento mientras lo seguía.

—Yo… Yo no sueno así ¿Cierto? —le preguntó al soldado que tenía al costado, este solamente negó con su cabeza. —Aprovechando tu sentido del humor, prepárate para hacer bailar a la muerte cariño —este me dedicó una sonrisa infernal, diciéndolo todo.

Aquello fue lo único que me despertó de cualquier idiotismo. Debería acostumbrarme, pero uno nunca lo hace, no cuando sentís que los fantasmas de las víctimas te persiguen. 

—¿Ya no sonríes cariño?. Oh vamos, ¿Dónde quedó tu sentido del humor?.

Iría a responderle algo grosero, pero la presencia de otro guardia nos interrumpió. Este venía algo agitado tras haber corrido, y con cara de haber visto un fantasma, o algo peor que la cara de Rafael. 

La melodía de la muerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora