Marfil ensangrentado

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El traqueteo de sus piecitos por las calles oscuras y solas resonó hasta dentro de sus cabezas, evocando un mortífero eco

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El traqueteo de sus piecitos por las calles oscuras y solas resonó hasta dentro de sus cabezas, evocando un mortífero eco. 

Recién fatigados, con las barrigas llenas y despiertos, con ese color encendido de ilusión en sus ojos, habían pensado que era un simple juego. 

Del salón oscuro de su vida escaparían.

Para ellos que sólo conocen la falta de vida en la piedra; olvidaron el cantar de los pájaros y se saben de memoria el llanto gutural de los animales ponzoñosos, viviendo con reglas nefastas, los dos mayores les entregaron un sueño esa noche. 

Un lugar amplio. 

La vida fuera del hoyo. 
El amanecer joven,
el atardecer en la adultez, 
y el anochecer en la vejez. 

Un lugar nuevo. 

Sus palabras evocaron en los infantes sueños de libertad, risas de emoción y planes de una vida prospera en un mundo nuevo. 

¡No seremos más parte de su ganado! Las palabras feroces que se acunaron en sus pechos, previas a la ilusión de su libertad. 

El mar les esperaba en la inmensidad de su imaginación, las nubes aguardaban parar coronar, y el viento febril sus noches de ensueño acunar.

La ultima sala de marfil traspasaron, cada uno con la ilusión escrita en el dibujo de esa divina expresión. 

Los he estado esperando, corderitos. Escucharon y temblaron sumergidos en la sombra de su alto y atrevido ser. 

La desesperación se abrió paso bajo esos rasgados ojos carmines y esa sonrisa de superioridad con cobardía combinada. 

¡Cuánta satisfacción encontró en esos rostros infantes! 
¡El ganado con su juego favorito cumplió! 

Los infantes retrocedieron. Engañados habían sido con una lejana libertad, su sangre nunca les perteneció. 

Al paciente su recompensa y al tramposo también. 

Sólo era cuestión de atravesar la última puerta; una multitud de pocas lunas en contra de alguien tan viejo como las montañas. 

A la señal del trigueño los pequeños escapar intentaron. Movieron sus piernitas con rapidez y sus brazos extendieron al punto de una vida nueva como antaño, no libre de peligros e incertidumbre, pero sí en familia. 

Una nueva promesa, un nuevo sueño y más de una vida se derramó en el marfil ensangrentado de esa noche. 

El dueño de plata a un parpadeo y con movimientos falsos terminó con todas las vidas jóvenes. La partida fue excelente; la sangre gorgoteó divertida y se derramó por todas las baldosas sin conceder perdón.  

El sueño terminó, al lado de los gritos que se fueron apagando hasta morir. Todo se olvidó en las garras de la locura y risas de un vampiro presumido. 

El marfil se ensució, pero sólo había una oportunidad para salvar una vida y torcer la historia del futuro. 

De una sola familia, el miembro más huraño logró escapar entre jadeos, llanto y gemidos de una fuerza y furia exageradas, con la muerte de los suyos reflejada en el mar carmín. 

Una promesa en donde estaban juntos y que ahora se desvanecía le dio vueltas en la cabeza. Uno estaba muriendo, observando el mundo desvanecerse frente a él, mientras que el otro, bebía de la venganza, deseando un día poder ejercerla ante los vampiros, quienes le darían una grata sorpresa. 

 

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