II-IV

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—Lance, realmente tienes que pensar en esto. Realmente piénselo bien.

—Oh, Dios mío.

—No puedo creer que dijiste que sí.

—Oh mi puto Dios.

—¡Lenguaje, Pidge!

—¡Suficiente! —Lance grita, mirando directamente a su equipo, con las mejillas rojas y calientes.

El rey Andros y el príncipe Silas insistieron en darles refugio en su palacio, rechazando con toda razón la idea de dejarlos dormir en sus leones.

—¡No podemos permitir que los salvadores de nuestro planeta y uno de los participantes de Paeonia duerman como basura! —dijeron. Así que todos tenían su propia habitación y baño espaciosos (un lujo a los ojos de Lance) junto con un pequeño salón que conectaba las nueve habitaciones cercanas con una serie de pasillos complicados.

Las habitaciones eran tan impresionantes como la sala del trono. Había una cama demasiado grande en el centro y hermosas cortinas de seda púrpura colgadas del tragaluz. Tapices y pinturas al óleo decoraban todas las paredes, parecían sacadas de un museo de arte. Lance quiso chillar de placer al ver el baño, toda una línea de burbujas de baño y lociones esperándolo, pero con toda honestidad, ni siquiera podía disfrutar eso.

Los nervios de lo que acababa de aceptar eran demasiado para su cuerpo. Sus piernas seguían subiendo y bajando en el momento en que se quedó quieto, los ojos recorriendo las habitaciones y mordiéndose el labio constantemente. Estaba tan cansado de saborear la sangre.

Y para empeorar las cosas, el equipo siguió molestándolo con preguntas.

—Realmente tienes que pensar en lo que estás haciendo, Lance —insistió Shiro en otra ocasión. Lance entendió su preocupación, ¡¿pero no podían confiar en él por una vez?! ¡¿Era demasiado pedir?! —Esto no es algo que puedas minimizar. Piensa de verdad en...

—Shiro, lo sé, lo sé —resopla con molestia, cruzando los brazos alrededor de su pecho. —Me lo has dicho al menos mil veces.

—Lo sé, sé que no quieres escucharlo constantemente, pero por favor, piénsalo —Shiro insiste —No quiero que te obligues a hacer algo que no quieres hacer.

Lance se encorva sobre sí mismo, evitando los ojos del hombre.

La idea de la Ceremonia de Paeonia todavía está rodando en su mente. Una y otra vez. Existe este sentido del deber que necesita cumplir, un sentido de necesidad y un deseo de ayudar a los Nyxianos. Pero también existe esta duda persistente detrás de él. ¿Se siente lo suficientemente seguro para hacer esto? ¿Se siente lo suficientemente cómodo como para tener sexo con un extraño que conoció hace apenas unas horas?

Absolutamente no.

No arruines la misión.

Pero no hay forma de que pueda decirles eso. No hay forma de que pueda hacerle eso a los Nxyans. Han perdido demasiado durante la pelea. No podrí soportar causarles más destrucción o preocupación.

Es solo sexo.

Esa oración se repite y se repite, pero cada vez que la dice, se vuelve cada vez menos cierta. Piensa en el príncipe Silas, en el beso que le plantó en las mejillas. Pero no hay ráfaga, no hay emoción por esa única acción.

No quiere decir que el príncipe no sea un dulce para la vista, pero Lance sintió...

Nada.

Ni una sola mariposa, latidos del corazón erráticos, manos húmedas.

Insomnia (Klance/traducción)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora