V.

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Tres chicas, frente a un trío de mujeres extrañamente intimidantes para cualquiera que se pusiera al frente de ellas.

—¿Ustedes deben de ser nuevas, no? —Inquirió una, cabello castaño y ojos miel.

—Sí, ¿ustedes son...? —Mu titubeó un poco con su pregunta, examinando a cada una de las tres mujeres.

—¡Un gusto! Yo soy Lisa, y ellas son mis amigas. —La chica del medio sonrió amablemente, y señaló con el dedo a una. —Ella es Verónica, es quién les habló antes.

—¡Un placer! —La tal nombrada, Verónica, sonrió.

—Yo soy Robin. — A simple vista de cualquiera, Robin, lucia como cualquier mujer de 20 años con cabello corto azabache y ojos de color aceituna.

—Un gusto. —Comentó Camus, su semblante frío le erizó la piel a Lisa y de alguna forma, su mirada hizo que Robin apartará la mirada al sentirse intimidada.

—Ella es... Nicolle. Yo soy Alex, y mi amiga aquí al frente es Ana. —Aioria presentó a cada una de ellas, pasando su vista rápidamente sobre cada una de las recién presentadas.

—Aprovechando que son nuevas... ¿Qué les parece conocer un poco la universidad mientras charlamos? —Lisa sonrió alegremente, casi tirando de la mano de Mu para que avanzará por todo el establecimiento.

—Parece que ya hicieron nuevas amigas... —Shura metió una papa frita a su boca, masticando mientras veía como eran arrastradas por tres damas desconocidas. —Qué sociables.

—¿No creen que deberíamos intentar hacer lo mismo? Así completamos más rápido la misión. —Shaka observó a ambos sujetos apartar la vista hacia otro lado, negándo la idea. —Supongo que somos demasiados toscos para esto...

Los tres soltaron un suspiro, volviendo a comer en silencio. Girando su vista hacia los alrededores, Milo observó atentamente la disputa entre Camus, a quién reconocía como Nicolle, y otra persona.

—¡Ten más cuidado! —Alzó la voz el muchacho, mirando con enfado a la chica nerviosa sentada en el suelo.

—Lo... Siento... —Musitó en tono bajo, bajando la mirada. Camus la observó, y suspirando, le ayudó a levantarse del suelo. —Gracias...

—¿Te golpeaste algo? —Lisa negó con la cabeza, haciendo lo posible para alejarse de ese tipo.

—El golpeado fui yo, no ella. Deberías preocuparte por mí y no por ella.

—No es problema de ella, ni mío, que te metas en el camino de los demás y estorbes. No es mi problema si te caes por simplemente haber sido un idiota presumido que se atraviesa en dónde claramente no debe.

Alguien de entre todos los que observaban el espectáculo se atoro con una gomita, haciendo que otro de golpes bruscos en su espalda.

—Tienes agallas, pero dime, ¿qué tienes tú qué yo no tenga? —Preguntó desafiante, parándose frente a Camus, haciendo resaltar la diferencia de estatura.

—Cerebro. —Contestó con obviedad. Rodando los ojos al ver cómo muchas personas le miraban mal. —Y claramente, no dependo de la atención de otros.

Una mueca de enfado se hizo presente en aquel sujeto, apretando sus puños, observó de mala forma a la joven.

—Controla tu boca, niña. —Amenazó, poniendo en alerta a los tres caballeros dorados camuflados en el público de dicha disputa.

—Vamos, Iker, no seas tan malo con la bella jovencita. —Otra persona se acercó por su espalda, con una mano en el hombro de Camus y la otra en su propia cadera. —Linda, qué te parece si dejas de discutir y nos acompañas a almorzar.

Guerreras DoradasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora