❛ SWEET CHAOS。

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Todo estaba tan tranquilo a los alrededores, tal vez, demasiado. La brisa pasaba lenta, fría, arrastrando cada uno de los dulces aromas que inundaban aquella aldea en la cual, debía pasar la mayor parte de su tiempo. Estaba cansado, cualquiera que pasara por ahí notaba la dura expresión que el de ojos azules cargaba, casi arrastrando los pies sobre la arena de colores suaves.

Kang Yeosang estaba realizando una investigación, o algo así.

Hacía más de una hora que le había pedido a los dulces habitantes que organizaran todo para una celebración, claro, para ese entonces tenía una sonrisa genuina marcándose en sus labios rosados, dándole un aspecto diferente, uno que descolocó a más de uno. Sus ojos estaban brillosos mientras miraba como todos acataban a sus órdenes sin rechistar, mas bien gritando emocionados por aquella celebración que ni sentido tenía.

Pero, todo eso se vio interrumpido cuando fue informado sobre un ataque. ¿Un maldito ataque en su jodido reino acaramelado? ¿Justo en un día tan especial como lo era ese? Debían estar bromeando, quería asegurarse de que nadie estuviese en malas condiciones, por eso estaba ahí, caminando con las manos sosteniendo una carpeta y los ojos enfocados sobre las letras.

Pensarían que estaba loco, porque claro, él era el único ser en esa tierra a quien se le ocurría celebrar la existencia misma porque se le vino en gana. Por su puesto, era el príncipe, si quería celebrar hasta el día de su muerte, entonces lo haría... Aunque fuese prácticamente inmortal.

En fin, su cansancio venía a raíz de que no encontraba ni un solo dulce habitante que tuviese complicaciones, como los ojos desenfocados y la expresión vacía, además de esas innumerables incoherencias que debían salir de sus bocas. Le querían ver la cara de incrédulo, tal vez.

Pero eso no era excusa, aún con su cara de muerto viviente, en lo mas profundo de su ser quería llevar a cabo esa fiesta, porque quería ver las sonrisas en aquellas caritas empalagosas, no perdía nada con eso, sabía que disfrutaban mucho cuando las puertas de su castillo estaban abiertas.

—¡Dulce príncipe!— Él estaba consciente del cargo que tenía, pero lo que más le enfadaba, era que le llamaran de esa manera, aunque repitiera millones de veces su nombre completo, nadie perdía el respeto. Soltó un largo suspiro, sintiéndose abrumado de repente. Giró lentamente sobre sus talones y miró con desdén hacia la dirección contraria. —¿Sí, Mingi?— El alto muchacho de piel nívea y mejillas rojizas se paró frente a él, mirándole con los ojos rasgados y de un color morado suave, una expresión seria en su rostro.

—Ya encontré el lugar del acciden-...— Yeosang abrió sus ojos tal cual dos huevos cocidos, ahogando un grito y luego alzando una mano para mandarle a callar, aunque ya lo había hecho.

—¡¿Y por qué no lo dijiste antes?!—  Reprochó, halando sorpresivamente la tela de ese traje azul marino. Mingi suspiró, a veces su superior le hacía perder la paciencia.

—¡Porque acabo de encontrarlo!— Yeosang asintió, sin darle más vueltas al asunto, esperando por ser guiado hasta allá. ¿Era mucho pedir? Se suponía que debían avisarle sobre algún movimiento, no ir, averiguar si eso era y luego volver para decirle.

¿Era difícil de entender?

Fue llevado hasta un callejón, en donde las edificaciones estaban juntas, formando un bloque pequeño de departamentos. Las estructuras se veían nuevas, se veía el movimiento productivo de su reinado, cada cosa estaba en orden.

Claro, exceptuando el tan famoso ataque que le estaba costando su fiesta injustificadamente.

El espacio era tan reducido que dudaba mucho en que pudiesen atacar a alguien ahí, tenía que avanzar contrayendo sus brazos y procurando que estos no rozaran con la rugosidad de las paredes, luego sería un gran problema arreglar el desastre en su chaqueta, tampoco era como si estuviese de ánimos para ir y cambiarse la prendas que cargaba por una tontería.