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Era increíble la manera que tenía su corazón de latir. Como si este fuese a salirse de su pecho, en sus oídos estaba presente el retumbar molesto, pero que de cierto modo, era agradable de sentir, lo que provocaba ese sentimiento de agitación en su ser era lo que hacían, lo que sus cuerpos transmitían en la misma sincronía.

Increíble era además, la manera que tenían de juntarse entre sí, como en los viejos tiempos, uno sobre el otro compartiendo los sentimientos que albergaban en ambos corazones inmortales.

Era como una tonada dulce lo que de su boca salía, lo que sentía era como si explosiones divinas se instalaran en todos lados y le hicieran cerrar sus ojos azules, disfrutar de lo que le brindaba el contrario. No podía pedir nada más, no podía exigir tampoco porque era demasiado buena su forma de hacerlo, de darle todo sin habérselo pedido previamente.

Yeosang estaba consciente de que su mente estaba hecha un enredo, pero joder, si se ponían a pensar, eso era algo realmente bueno para él. Algo que dejaba atrás su mala actitud hacia el vampiro y dejaba entrar a su paso, una corriente llena de placer y cariño, uno que estaba escondido y resguardado con ayuda de gruesas paredes de caramelo macizo.

Sabía que estaba mal, pero en ese instante todo lo que necesitaba era eso, que siguiera así. Que su tonta muralla no volviese a alzarse para impedirle a su torpe corazón caer ante los encantos de Seonghwa.

Porque eso era malo, malo para su reino. Pero era tan... Encantador, era sumamente delirante sentirse así, estar a salvo entre sus brazos fríos que él podía calentar con ayuda de su cuerpo hirviendo. Podía dejarse llevar y sucumbir ante sus besos, seguir los mismos sin la necesidad de maldecirlo porque el sentimiento en esos momentos era tan mutuo, impecable a su vez que impuro.

No podía dejar de decir su nombre suspirando entrecortadamente, tampoco de apretar sus piernas a las caderas danzantes y mucho menos, abandonar la frialdad de aquella boca.

Sintiéndose tan necesitado ante lo que Seonghwa le hacía, amando cada segundo que pasaba. Tomaba su cabello negro entre sus dedos y lloriqueaba porque los recuerdos del pasado que habían tenido llevaban con cada estocada que le daba a su débil cuerpo dulce. Dejándole en un estado de sumisión enorme, pero que deseaba, permaneciera así.

No se había dado cuenta de la falta que le hacían sus manos frías tocando su piel, todo su cuerpo sin olvidar ningún espacio. Los besos que le daba eran juguetones y buscaban la manera de tranquilizar a sus sentidos, pero estaba tan complacido y tan sensible ante cualquier cosa insignificante... Hasta una mirada le hacía temblar completamente.

Sentía con cada caricia que podía ser protegido a toda costa. Eso le llenaba de tanta felicidad, soltaba pequeñas lágrimas debido a lo asombrosas que eran las oleadas de calor. Y ojalá Seonghwa pudiese sentir algo así, el calor que no sea el suyo... Por eso le abrazaba con tanta fuerza, queriendo transmitirle aquello.

—Shh... Yeosang— Llama, intenta tranquilizar al mismo tiempo que se adentra con lentitud y dureza, el nombrado gimió fuertemente ante eso, era mucho mejor y podía jurar que si seguía haciendo eso iba a desmayarse. —N-Necesito...— Que hablara le llenaba de un desespero enorme, pero no podía negar el hecho de que su voz sonaba tan... Delirante, melodiosa.

Yeosang exhaló, tomando el rostro del menor con una fuerza medida, mordiendo su labio inferior al notar los ojos rojos que le miraban, la respiración tan agitada como si hubiese corrido una larga maratón.

—¿Sangre?— El vampiro asintió, deteniéndose y quedándose estático solamente para mirarle directamente.

Yeosang tragó saliva, indefenso, sin poder creer lo que estaba a punto de decir, de hacer... De sentir.

❛ SWEET CHAOS。Donde viven las historias. Descúbrelo ahora