OO3

375 77 26
                                    

Fue sacado a rastras de su palacio un día en el cual, el cielo se notaba completamente nublado, con una espeluznante imagen, la cual no dejaba que ningún rayo de sol se escabullera por algún espacio inexistente. Por su puesto que eso no pasaría, seguramente caería una fuerte tormenta en unas cuantas horas. Aún así, al pelinegro no le importaba nada de eso, y mientras que su brazo era jaloneado y sus pobres piernas eran obligadas a obedecer, las incógnitas comenzaban a brotar con rapidez en su cabeza.

¿Qué era lo que quería y por qué jodidos tenía que arrastrarle fuera de su cómoda habitación para arrastrarlo por el frío ambiente que había? Sus zapatos se estaban llenando de tierra incluso, estuvieron fuera del dulce reino y aún así no dejaron de caminar con rapidez.

Seonghwa se veía animado ese día, había algo en él que no le daba una buena espina a pesar de eso.

Porque en su cara estaba marcada una sonrisa extraña, una expresión que no era común. Por su puesto que sonreía pero siempre lo hacía cuando quería burlarse de su persona. Esa por otro lado, se veía extrañamente sincera.

—¿Puedo preguntar, a dónde se supone que vamos?

Quería saberlo todo, a los alrededores ya no estaban los icónicos colores suaves y rosáceos de su pueblo. Todo era verde y lleno de vida, flores decoraban cada paso que daba y tenía que hacerlo con cuidado para no pisar nada. Yeosang a pesar de todo se sentía nervioso, no era común que eso sucediera; por obvias razones.

Al vampiro no le había importado absolutamente nada. Solo entró por el balcón como lo haría todas esas veces desde que se atrevió a aparecer, le dijo un par de cosas que no pudo entender gracias a su tono lleno de ánimo y ahí es donde se encontraban ahora. Mientras caminaban, el de mayor estatura por unos cuantos centímetros se giró sobre sus talones, caminando de espaldas al camino que asumió, se sabía de memoria.

Otra vez estaba esa sonrisa, los lentes oscuros cubrían sus ojos y el gran gorro creaba una sombra que a su parecer, era agradable para el de piel grisácea.

—Vamos a un lugar que apuesto te gustará un montón.— Resbaló su diestra fría por el brazo cubierto del príncipe, hasta llegar a la siniestra. Tomándola entre sus dedos y entrelazándolas con ayuda de estos. A Yeosang se le subieron los colores al rostro, escuchando entre la fuerte brisa la risa risueña que soltó Park. —Además, por fin tendremos la privacidad que nos merecemos. ¿Cuántas veces tendré que besarte y luego quedarme con las ganas de más? Ya estoy harto de que nos interrumpan.— Seguramente para él, no, para cualquier otro; esas palabras serían las más relajantes y buenas del mundo.

Pues para el pelirrosa, no lo eran. Porque sus nervios subieron de una manera instantánea, haciendo que sus ojos azules y fríos como el hielo se abrieran y cerraran para aunque fuese, despabilarse.

¿Cómo era que Seonghwa podía hablar de esa manera sin tener el mínimo deje de vergüenza? O al menos, un poco de arrepentimiento.

—¿Privacidad?— Casi se resbala, pero de no ser porque ahí estaba el tonto e irritante Park Seonghwa, ya estuviese comiendo tierra que no tenía sabor a pastel de chocolate como la de su pueblo. —¿A qué te refieres con privacidad? Hay muchas maneras de calificar esa palabra. Pero viniendo de ti, será de todo menos lo bueno y decente.— El pelinegro soltó una fuerte risa, tomándose el estómago para así aguantarse.

Yeosang le miraba con tanta irritación, diciéndole indirectamente que lo odiaba muchísimo.

—Tómatelo como quieras. Pero eh, no haría nada que tú no quisieras, dulce.— El mencionado bufó, apartando la mirada hasta el suelo para bajar un poco la molesta vergüenza que crecía de una manera enfermiza en su ser.

❛ SWEET CHAOS。Donde viven las historias. Descúbrelo ahora