5: Algo importante

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—Quiero... quiero decirte una cosa. Muy importante...

Un nudo de nervios se instaló en el estómago de ambas, en el de una por desconocimiento, en el de la otra por simplemente, estar atreviéndose. Natalia tragó, sonriendo para invitar a que la rubia dijese aquello tan importante.

—Verás... —Alba empezó a jugar con sus dedos. Se acomodó más cerca del banco— Y-yo...

Estaba muy segura antes de llegar esa noche. Se sentía totalmente confiada para buscar el momento perfecto y dejar que sus palabras brotasen, porque no podía mantenerlas en su interior más tiempo. Pero claro, todo lo que organizamos para un momento importante, por sus propias manos se desmorona al llegar. Y nos convertimos en un corazón alterado. Eso le ocurrió a Alba, empezó a tartamudear y tuvo que desviar la mirada hacia el suelo de tierra.

—¡MAMÁAAAAA!—el grito que interrumpió la "conversación" hizo que Alba casi se cayese al parterre a sus espaldas, del susto—.

Hacia ellas venía desbocado y con sudor en la cara Unai, que a pesar de correr y jugar como si no hubiese un mañana, tenía energías para dar y regalar. Apoyó sus manos en los muslos de su madre mientras intentaba hablar. Con la de aire que le faltaba de la carrera, muy fluido no fue.

—Mamá, mamá... Que va a salir...mi amiga Ana con su clase ahora...que les toca una canción chuli chuli—tosió un par de veces, y Natalia ya temía al posible resfriado a la mañana siguiente— ¡Vamos a verla antes de irnos!

—¿Tu-tu amiga del 1ºB?—miró a Alba antes de seguir hablando con Unai. La rubia le hizo entender con un gesto que siguiese, que no le había molestado ni nada—¿No eran los que bailaban una de Camela?

—Canela, mamá.

—Claro que sí, cariño, Canela—escuchó las risillas de Alba— Pero es que ya mismo nos vamos, que te tienes que ir a la cama tempranito.

—¡Pero si solo es un ratitito!—con su manita, el pequeño juntó los dedos pulgar e índice, sacando la lengua— Así de pequeñito. ¡Va, que van a empezar!

—Unai, es que...—buscó la mirada de la otra chica, tanteando cuánto le importaría quedarse unos minutos—.

—Venga, Nat, si es solo un ratito—se levantó del poyete en el que estaba sentada, acomodándose el bolso— Yo os espero en la puerta, ¿vale? Quiero que me de un poco el aire fresco...

Y necesitaba calmarse también, reordenar su cabeza y buscar otro momento perfecto, que a saber cuándo llegaría.

La morena asintió pidiendo disculpas con la mirada, y dejó que Unai le llevase hasta el escenario a base de tirones en la mano. Alba se dirigió a la entrada, se despidió del conserje que vigilaba la entrada y se apoyó en la valla, al lado de una farola que iluminaba la calle. Sacó el móvil para avisarle a Natalia de que estaba allí, lo guardó y echó su cabeza hacia atrás. Soltó aire, cerró los ojos.

Empezaba a refrescar la noche y ella, pensando en la época en la que estaban, no había cogido ningún abrigo. Iba a pasar frío en el camino de vuelta. Mientras esperaba allí, a sus oídos llegaban las voces y los pasos de las familias que iban dejando el centro para volver a sus casas. Casi todos iban escuchando anécdotas de sus hijos. Uno de los sonidos le llamó especialmente la atención, porque lejos de ser pasos tranquilos, se escuchaban unos tacones acercarse apresuradamente.

Abrió los ojos y miró a la entrada. La propietaria de aquellos tacones era de una mujer ataviada con un vestido lujoso adornado con perlas. Al observarla mejor, vio que era casi idéntica a Carmen Lomana. Le hizo gracia. En una mano llevaba un bolso de mano y con la otra tiraba de quien Alba supuso que era su hijo. Un hombre que iba a su lado se fue por la calle de enfrente con un "voy a por el coche". A Alba le dejó de hacer gracia la situación cuando vio a la mujer apretarle la muñeca al pequeño, que soltó una queja.

Un ángel para mamá // AlbaliaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora