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Entraron en silencio al piso, sin despertar al pequeño que a los hombros de su madre dormía. Alba cerró con cuidado y siguió a Natalia mientras echaba un vistazo a la oscuridad del interior. La morena encendió una pequeña lámpara de pie situada en la esquina del salón. Era un hogar pequeñito, un pasillo te dirigía tanto al baño como al salón-comedor, que mediante una barra americana se conectaba con una reducida cocina. Al fondo se atisbaba otro pasillo que la rubia intuía que daba a sus habitaciones.
Natalia se ruborizó al recordar que había dejado la casa con prisas por llegar a "la cita" a tiempo, y que muy recogida no estaba. Había juguetes repartidos por la alfombra, la mesa y el sofá; en el fregadero se quedaron platos sin fregar, por un diminuto accidente que tuvo que solucionar, y que tuvo que ver con algo llamado "me eché mucha leche en los cereales sin querer, mamá".
—Perdona el desorden—susurró riéndose—No es que esperásemos visita y...
—Vuestra casa está perfecta tal como está, no te preocupes—le dedicó una gran sonrisa que la morena acogió con facilidad.
—No mientas que está feo—no podía darle un codazo, así que hizo uso de su parte baja y le dio un pequeño empujón con el trasero—Siéntete como en la tuya, en la cocina hay refrescos o cosas para picar... Coge lo que quieras que ahora vuelvo.
—Voy a entrar un momentito al servicio si no te importa...
Evidentemente no le importaba en absoluto, y así se lo hizo saber rodando los ojos y alejándose hacia el cuarto de Unai. Alba entró en el servicio, para entre otras cosas echarse agua en la cara, mirarse al espejo y darse valor a sí misma para no retroceder esta vez. No habría más interrupciones, era ahora o nunca.
Por su parte, Natalia llevó al koala que llevaba colgado del cuello hasta la habitación. Sin hacer movimientos bruscos lo dejó en la cama, le quitó como pudo el disfraz de león y le puso su pijama de dinosaurios favorito.
—Menos mal que te lavé la cara para quitarte los bigotes por el camino, leoncillo—arrulló de forma suave.
Se tomó con tiempo el arroparle con su sábana y pasar sus dedos por el revoltijo de pelo de Unai mientras se sentaba en la cama. El chico gruñó inconscientemente y se revolvió, abrazando el peluche que tenía a su lado. Ya estaba cómodo para dejar que su mente volase al reino del sueño profundo. Ella empezó a tararear las primeras frases de la nana que le cantaba todos los días antes de dormir, esa que le encantaba a su pequeño.
Soñar... es viajar, a un mundo...
Al que anhelas ir...
En él todos tus deseos...
Sin duda...se pueden...cumplir...
Dejó la canción en el aire, en ese verso, y se inclinó para dejar un beso en su frente y dejar que durmiese pacíficamente.
Después de ese ritual de buenas noches pasó por su cuarto para quitarse los zapatos que le estaban matando y cambiárselos por unas zapatillas. Cogió otro par por si Alba quería acomodarse. Se miró unos segundos en el espejo. Sabía disimular los nervios perfectamente, no se le notaban, pero el corazón lo tenía a mil. Esperaba que lo que tenía que decir Alba fuese lo que creía. Su eterna lucha siempre había sido el no hacerse demasiadas ilusiones por si luego la caída era peor. Pero no podía remediarlo.
Ambas mujeres, casi a la vez y sin saberlo, suspiraron sumidas en sus pensamientos. Una salió del servicio y decidió ayudar recogiendo algunos juguetes del salón; la otra recorrió de vuelta el pasillo, echando un último vistazo a Unai y encajándole la puerta para que no le llegase demasiada luz.
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Un ángel para mamá // Albalia
Fiksi Penggemar"Me han dicho que tú cumples los deseos de amor de verdad de la buena, así que te pido uno. Quiero que le mandes a mi mamá un ángel. El más bonito que tengas por fa."