Acaricié su mejilla lentamente luego de que su rostro cayera contra la almohada como si de un ladrillo se tratase.
—Estoy cansado— Me dijo.
Y yo hubiese respondido: "y si, ensayan todo el día". Pero ya no era la de antes. Había entendido, luego de muchas charlas y gestos implícitos, que él no hablaba de cansancio meramente físico.
—Aquí puedes descansar— Le dije.
Y cerró sus ojos. Destenzó cada uno de sus músculos. Pude divisar cada legado de su piel. Impurezas, lastimaduras
Dejé de mover mi mano y me dispuse a repetir aquella acción pero con mi pulgar.
Su panza rugía. Me había acostumbrado a ser indiferente con ello porque mis quejas solo generarían peleas. Sin embargo, nunca me rendía.
—Te amo— Susurró con su voz gastada y ronca al casi caer dormido.
—Yo más—.
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