3: La relación que forjaron

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    — Mamá, voy a caminar

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    — Mamá, voy a caminar. — Exclamó Leandro antes de cerrar la puerta y encontrarse nuevamente afuera. Claro que no le había contado nada a Alissa.

    El chico se dirigía otra vez al bosque. Parecía que su sonrisa no se había borrado en las casi veinte horas que habían transcurrido desde que se despidió del chico del bosque.

— ¡Hola! — Habló nuevamente pisando el suelo cubierto de hojas, mientras ingresaba poco a poco a la arboleda. — Soy Leandro. Volví por tí.— Dijo llevando su mirada hacia todos lados.

    Habían pasado cinco minutos desde que Leandro se encontraba allí, y no veía rastros del más pequeño aún. De pronto oyó pisadas suaves sobre el suelo herboso. Era él. Continuaba con el jersey marrón puesto.

— Hola. — Repitió Leandro acercándose al chico.

   El muchacho estiró su mano y la tendió delante de Leandro. Entonces éste hizo lo mismo y la estrechó con la suya, como en un saludo normal. Pero cuando quiso soltarse del agarre, el más bajo no lo permitió. Continuó apresando su mano. Leandro se sorprendió por su reacción y no hizo nada.

— ¿Vamos a sentarnos? — Preguntó dirigiéndose hacia la gran roca, mientras llevaba al otro aún de la mano.

    El chico por fin soltó el agarre y se sentó en la roca de una manera bastante extraña, como si fuese un mono. Leandro sonrió gracioso.

 Leandro sonrió gracioso

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— Estaba pensando... ¿No tienes nombre, verdad? — Pregunto Leandro.

    El pequeño tomó un poco de tierra del suelo con ambas manos y comenzó a jugar con ella, como lo haría un niño.

— Porque deberías tener uno. — Agregó. — ¿Te gustaría?

    El chico, con sus dedos sucios de barro manchó el dorso de la mano de Leandro. Realizó una especie de dibujo firuleteado.

— Yo podría pensar un bonito nombre para tí. — Continuó.

    Leandro ensució su dedo índice en el barro del suelo y, al igual que el de cabellos blancos, tomó su mano. En su dorso dibujó un corazón. Luego sonrió ampliamente, aunque se extrañó un poco por lo que hizo. Se preguntó si sería normal dibujar corazones en la mano de un amigo. Pero el de cabellos blancos era especial. Además, nadie se enteraría.

Dentro del Bosque [ilustrado]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora