EPÍLOGO

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- ¿Dónde lo coloco? –me pregunta sosteniendo en sus brazos el pequeño sillón gastado.

-Junto a la ventana...

-Para ver las estrellas.

Ambos sonreímos al encontrarnos completando nuestras frases.

Desde mi cómodo lugar en la cama, lo observo detenidamente luchar por colocar su sillón en el único espacio libre frente a la ventana. No es el lugar perfecto para ver las estrellas como lo era en su habitación, pero él parece satisfecho, y yo sin duda lo estoy también.

Luego del mejor fin de semana al lado de Sebastian y su familia, decidimos que era momento de dar fin a nuestro absurdo periodo de malentendidos. Ya era tiempo de hacer las paces con nuestros errores y poner en orden nuestros sentimientos por el otro. No fue fácil al principio, de cierta forma se sentía extraño. Ambos cambiamos mucho mientras estuvimos separados y prácticamente era volver desde cero a conocer de lleno al otro. Algunas mañas siguen siendo las mismas, como por ejemplo sus ronquidos cuando duerme sobre su hombro izquierdo, o mi lista de "cosas por no olvidar" pegada en la nevera, y que por más que la repase cada mañana, termino olvidándola una vez salgo de casa.

Giro mi mirada hacia el otro lado de la habitación y ahí están sus cajas. No es mucho en realidad. Libros, discos y películas viejas que guarda como recuerdo de su hogar y su infancia. La valija con su ropa está abierta de par en par y mi armario parece que va a estallar. Tendremos que conseguir uno más grande luego. Una vez la cama de al lado desaparezca, tendremos más espacio para sus cosas, más espacio para nuestras cosas.

El pequeño apartamento con las reliquias de la abuela luce muy diferente, sobre todo porque ahora es todo mío, bueno... más bien nuestro. Fueron cuatro votos contra uno los que me dieron completa potestad sobre él. Si se preguntan quién votó en contra, pueden estar seguros que fue mi madre. Esperaba otro voto en contra por parte de Jaz, pero luego de su increíble cambio gracias a Lucas, parecía que lo único que deseaba era librarse de las responsabilidades de cuidar de mí y de este piso. Papá y Henry nos han ayudado mucho con la mudanza, a deshacerse de algunos muebles viejos y reemplazarlos por los que estaban en el apartamento de Sebastian. Sin duda ese habría sido el mejor lugar para vivir juntos, pero no he podido desprenderme de esta joya y a Sebastian no le ha molestado en lo absoluto, más bien ha sido él quien ha insistido en quedarnos. Sus vecinos son mucho más molestos que los míos y no tendrá más problemas con el agua caliente por las mañanas.

Lo veo ir de un extremo a otro acomodando lo que hay en el resto de cajas. Aún queda mucho por desempacar y organizar, pero es domingo y hace frío. Mi único deseo es tenerlo a mi lado y quedarnos en cama el resto de la mañana. Hemos quedado con los chicos por la tarde, como en los viejos tiempos: pizza en casa de los gemelos. Por fortuna el horno que estropeé fue suplantado por otro y no como un regalo del Sr. Shepard, sino como fruto del primer trabajo serio de Wade. Por fin ha decidido no ser más el gemelo holgazán y unirse junto con Milo al negocio de sus abuelos. Y no, no es el mejor horno, pero es el primer artículo en esa casa que es completamente honesto. Hablando de honestidad, Scarlett y Tom parecen discutir cada vez menos ahora que oficialmente él ha dejado su adicción por completo. Eso nos mantiene tranquilos, sobre todo a Sebastian; después de todo es quien más ha luchado por mantenernos unidos.

Suelto mi libro a un lado y lo sorprendo por la espalda rodeando su cintura con mis brazos. Él sonríe e intenta atrapar mi cintura con los suyos, correteo por entre las cajas y él me sigue, él siempre me sigue. Me atrapa y caemos sobre la cama entre las sábanas aún desordenadas con olor a lavanda. Reímos. Reímos mucho y lo disfruto. Disfruto su risa, disfruto la forma en como cierra los ojos y arruga la nariz, disfruto el eco de nuestras voces, pero sobre todo, disfruto tenerle así una vez más.

Hace tan solo unos meses no creía en las segundas oportunidades, no confiaba en que una persona era capaz de cambiar y mucho menos si eso tenía que ver con él o conmigo. Pero también hace tan solo unos meses creía que mi vida era un desastre, mis estúpidos impulsos tenían el control de todo lo que hacía y las niñerías era lo que mejor me definía. Hace tan solo unos meses estaba sin él, me quejaba en silencio, pero no estaba dispuesta a hacer algo por ello. Demasiadas cosas cambiaron en estos meses, o más bien volvieron a ser lo que eran antes.

Muchas veces debemos pasar por un proceso una y otra vez hasta que por fin resulte. No en todos los casos parece ser así, pero gran parte de nuestra vida consta de tomar riesgos y este fue uno de ellos. Aun no sé si durará por siempre o si todo acabará mañana. Solo me queda disfrutarlo como lo hago ahora, y no me quejo del ayer, porque mientras esté a su lado valdría la pena pasar por ello una y otra vez.

Una vez másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora